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Así viven la cuarentena las Hermanitas de los Pobres de Málaga

Así viven la cuarentena las Hermanitas de los Pobres de Málaga

Al otro lado del teléfono responde Sor María Luisa. Ella y las otra nueve religiosas de la congregación Hermanitas de los Pobres saben bien lo que es la responsabilidad social, el cuidar a los demás sin pedir nada a cambio. Quizá por eso llevan desde el 11 de marzo confinadas, días antes de que el Gobierno decretara el estado de alarma.

“Nosotros cuidamos a los ancianos y en este momento difícil debemos protegerlos bien, con todas las precauciones necesarias”, cuenta Sor María Luisa. Su trabajo es a veces invisible y están haciendo una gran labor. Cuando se trata de hablar de personas que ayudan a personas, los balcones se llenan de aplausos a sanitarios y autoridades, pero no dirigidos a ellas, a las que siempre cuidan de los más vulnerables, hasta en los momentos más difíciles.

En el asilo de la congregación, situado en la calle Héroe de Sostoa, se encargan de cuidar y dar cobijo a 61 ancianos. “Nuestra situación es buena. Aquí se vive muy bien; gracias a Dios el virus no ha entrado”, dice Sor María Luisa. “Antes de que lo dijeran, nosotras ya tomamos precauciones. Desde entonces, nadie entra ni sale de aquí”. Esta misma premura por blindarse para evitar contagios se tradujo, también, en una escasez de recursos que no pudieron prever. Ahora, hacen un llamamiento a la ciudadanía para que aporten su granito de arena durante esta crisis.

 

«Vivimos de la colecta y no hemos salido a pedir a la calle desde que nos confinamos»

“Desde que nos confinamos no vienen los voluntarios. Nosotras vivimos de la colecta y tampoco hemos salido a pedir a la calle desde ese momento. Por eso, solicitamos ayuda, que ya se ha atendido en parte”, cuenta. Diversas instituciones públicas, privadas, hoteles e, incluso, asadores han donado alimentos y productos de limpieza a las hermanas.

Por otro lado, la solidaridad de los malagueños también ha dado sus frutos: “Son muchas las donaciones de particulares. Las personas llaman por teléfono y nos preguntan qué necesitamos y nos lo traen”. Pero ni siquiera para esto, las hermanas rompen las barreras de seguridad: “Hay unos carros en la puerta del asilo. Las personas dejan las cosas en el carro y nosotras, una vez que se han ido, abrimos una puerta pequeña que tenemos y lo cogemos. No tenemos contacto con nadie”.

Y aunque ahora están mejor y están recibiendo donaciones, Sor María Luisa no pasa por alto lo que está por llegar: “Hoy por hoy tenemos las necesidades básicas cubiertas, pero si esto sigue así, pedimos que la gente siga siendo generosa con nosotras porque lo vamos a necesitar. Sobre todo productos de limpieza y para el lavadero –detergentes y lejía, por ejemplo– y también alimentos, como verduras, pescados, huevos…”.

“Los empleados trabajan días alternos para que no haya tanta gente en la casa”

Las diez hermanas cuentan con el apoyo de 38 empleados que las ayudan en las labores que desarrollan en el asilo, también ellos desarrollan su labor tomando todas las precauciones: “Los empleados trabajan días alternos para que no haya tanta gente en la casa”, comenta. Además, todo el equipo, tanto las religiosas como los empleados, trabajan con mascarillas, guantes y recurren al lavado de manos con alcohol asiduamente.

 

A pesar de que Sor María cuenta que “viven la vida como la han vivido siempre”, los cambios también han traspasado sus muros: “No hay reuniones, los ancianos no van al teatro y no hacen actividades juntos, solo las tres comidas diarias, aunque durante este tiempo están muy separados para respetar las medidas de seguridad”. Estos duermen en habitaciones individuales y, a pesar de la reclusión, algunos ancianos “salen a las zonas comunes cuando hace buen tiempo. A veces salen en grupos de dos o tres, pero respetando las distancias siempre”.

Las hermanas también han visto como su rutina se altera: “Seguimos haciendo mucha vida de oración aunque sin Eucaristía porque el capellán no puede entrar”. A ellas, con una vida volcada en la oración, no les ha quedado más remedio que recurrir a la misa a distancia: “Seguimos la Misa por la televisión y por Radio María”, aunque insiste “después, la vida sigue como siempre; sin cambios”.

«Si no rezamos esto no se para”

Más allá de los cuidados a los mayores, las Hermanitas de los Pobres se encomiendan a Dios continuamente para que  esto pase cuanto antes: “Para nosotras siempre ha sido muy importante la oración, pero ahora más que nunca”. Y, como todos, que necesitamos darle una explicación a esto que nos ocurre, ellas también tienen su propia lectura: “Pensamos que esto que está pasando es una llamada a la conversión. Entonces, rezamos mucho para que nos convirtamos porque si no rezamos esto no se para”.

 

«Aquí no hay miedo porque no hay que tenerlo, tampoco ahí fuera”

Este es el día a día de un lugar que no cesa su actividad. No quieren, pero tampoco pueden. Los que necesitan ayuda la necesitan continuamente, sin pausas, sin tiempos muertos, sin recesos. Sin embargo, en ese micromundo que gestionan las hermanas y a pesar de lo que está pasando fuera de su casa, la positividad impera: “Se vive muy bien y en la alegría”, dice la religiosa.

Las Hermanitas de los Pobres continúan con su labor, adaptándose a lo que va llegando. “Vivimos esta situación con fe”, asegura Sor María Luisa. Después se despide, tiene que irse a rezar, pero antes deja un mensaje contundente y que da muestra de su fortaleza: “Aquí no hay miedo porque no hay que tenerlo, tampoco ahí fuera”. En días de aplausos, de vídeos de agradecimiento y reconocimientos, aquí va el nuestro para ellas.

Fotografías: Lorenzo Carnero Redacción: Pablo Navarrete

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