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Cómo escapar de la dictadura de la imagen; mens sana in corpore sano

Cómo escapar de la dictadura de la imagen; mens sana in corpore sano

Hoy en día el estar saludable es un factor determinante en el desempeño de cada persona ya que es algo que se proyecta no sólo físicamente, sino que envuelve cada uno de aspectos internos y externos de un individuo. Por eso es importante cuidar tu cuerpo que es el instrumento que te ayuda a hacer todas tus actividades y es el único que vas a tener durante toda tu vida. Pero el culto al cuerpo no puede ir en detrimento del culto a la mente. Muchas veces se utiliza la frase mens sana in corpore sano para justificar el culto al cuerpo, para reafirmar la decisión de hacer dieta, ir al gimnasio o incluso realizarse una operación de cirugía estética.

 

La satisfacción personal, y la autoestima, tiene inevitablemente que ver con el atractivo físico, particularmente en una sociedad como la nuestra. En nuestros días, la alta valoración social del físico no ayuda precisamente a aceptar el propio cuerpo; y esto se traduce en problemáticas como los trastornos de alimentación, los complejos de inferioridad, la inseguridad e insatisfacción personal..., bien conocidas en contextos tanto clínicos como educativos. Compararse con ideales elevados puede ser devastador, al conducir a sentimientos de poca valía personal y al desarrollo de desórdenes alimenticios como la anorexia y la bulimia (obsesiva preocupación por el peso y la idea sobrevalorada de adelgazar).

Las modas son más contagiosas que las infecciones

De las investigaciones publicadas, se concluye que el atractivo físico es un montaje social determinado culturalmente y que varía según patrones de estética y tendencias que dicta la moda, que a su vez influyen sobre el establecimiento de relaciones sociales, y los juicios sobre la propia imagen corporal. Las modas son más contagiosas que las infecciones. Y no es fácil sustraerse a ellas. Se expanden como un reguero de pólvora. Las costumbres sociales se imponen. Este culto por la estética corporal ha situado en primer plano la divinización del cuerpo y la exaltación de un tipo concreto de belleza, que hoy se impone con fuerza. El atractivo físico influye en las relaciones interpersonales y en la formación de la autoimagen. Por tanto, está en la base de la autoestima de las personas y el condicionamiento es tal que puede determinar la actitud ante la vida o poner en peligro la calidad de ésta. La influencia será mayor sobre personas más inseguras, o con gran sentido del ridículo, y sobre las más susceptibles a la presión cultural. Así pues, las personas con más sentido del ridículo o menos criterio son más susceptibles a la comparación social y a la influencia de los estereotipos estéticos.

En la sociedad actual existe una definición de belleza física unidimensional y estricta. Reina por una parte una excesiva importancia concedida a la apariencia sobre el ser, así como también, la exaltación, a través de los medios de comunicación de un determinado modelo estético en el que se valora sólo el cuerpo: delgado, alto, atlético, joven, atractivo, dinámico, rico, actual, etc. no hacen más que «alimentar» en todos una «cultura de la belleza física». Belleza y felicidad parecen ser una misma cosa. La persona y su mundo se reducen a su apariencia física y, por tanto, de ella depende su éxito social y personal. Las manifestaciones de este modo de entender y dar sentido al cuerpo están visibles en la sociedad y reflejados en la proliferación de ofertas invitando y prometiendo dietas de adelgazamiento, salones de belleza, productos «light», etc. El culto al cuerpo y el hecho de asociar una estética no siempre saludable con el éxito social son valores en alza en una sociedad que margina al ser persona.

 

Todas estas circunstancias, junto con las connotaciones propias de una sociedad caracterizada como postmoderna, en la que los antivalores como el individualismo hedonista y narcisista, el esteticismo, el relativismo, el consumismo, la inmediatez, la liberación de toda atadura, «el valor del cuerpo», etc., hacen que afloren insatisfacciones personales, prejuicios y frustraciones que devienen en una vida de apariencias que no colma nuestros verdaderos anhelos de autorrealización y felicidad.

Estamos de acuerdo con que debemos preocuparnos por la salud de nuestro cuerpo, pero bajo mi punto de vista, la prioridad es la mente. ¿Quién alardea de tener una mente sana? ¿Hay gimnasios de mente? ¿Hay dietas mentales? Tampoco hay cirugía mental. Será que no está de moda. Pero es que la mente no se ve a simple vista, no es algo que se pueda evaluar en cinco minutos, no está hecha para una sociedad moderna que apenas piensa y que lo devora todo con urgencia, sin detenerse, con el ansia de obtener el botín inmediatamente, sin pensar en las consecuencias para el futuro. Desde aquí, queremos reivindicar el culto a la mente.

Los clásicos ya lo decían: debe haber una buena relación entre lo exterior y lo interior del ser humano (de ahí, el verdadero sentido de mens sana in corpore sano). La verdad sobre la belleza de la persona debe expresar los componentes de la verdadera belleza: el atractivo físico, la felicidad, la bondad, la sabiduría, la dignidad, el amor, la autenticidad y la realización de uno mismo.

Se debe concebir la belleza como algo más que el físico, abarcando el carácter, la pasión y la presencia

Se debe concebir la belleza como algo más que el físico, abarcando el carácter, la pasión y la presencia. Asimismo, es necesaria la reivindicación de una nueva definición de belleza: considerando la felicidad, la confianza en sí mismo, la dignidad y el humor como elementos esenciales de la belleza, junto con los atributos más tradicionales de apariencia física, el peso y forma del cuerpo e incluso el estilo propio.

Se une a la belleza física, el atractivo psicológico y espiritual. La sinfonía mejor que puede presentar la persona, debe tener estas tres notas. Su descripción fenomenológica está hecha con los siguientes materiales: armonía consigo mismo, integridad, coherencia, orden interior, amplitud de miras, capacidad para captar la realidad por sobre elevación (trascendencia), humanidad, preocupación por el ser humano como persona, autenticidad y esfuerzo por dominar la parcela animal que hay en la naturaleza propia.

Una persona bella tiene ideales. Aspira siempre, a pesar de la corriente, a lo mejor. Sabe a que atenerse, tiene criterio y pilota su vida siendo brújula y no veleta. No tolera que se le manipule y se resiste a ser manejado por los tópicos y lugares comunes que circulan a su alrededor y que muchos repiten y trasiegan de acá para allá desde la mediocridad.

En una palabra: uno quiere ser persona, alguien singular y no algo movido por los vientos exteriores, huir de la mediocridad. Ha sabido interpretar la vida con soluciones satisfactorias, sacando lo mejor de sí mismo, en un bracear con la realidad. Ha sabido ponerse en claro consigo mismo.

De manera que, la verdad de la belleza es distinta a la que se vende. Su concepto hay que perseguirlo a través de la coherencia de vida, mezclada de paz interior, proporción psicológica, espiritualidad, sencillez, distinción, espontaneidad, y línea biográfica sugestiva y ejemplar. Todo esto dará respuesta al sentido de la vida, y por ende a los grandes temas de la existencia: el sufrimiento, el fracaso, la decepción, el amor, la alegría.

 

No obstante, no podemos negar la importancia de nuestro aspecto exterior en las relaciones que mantenemos con los demás e incluso en nuestra propia autoestima. Podemos hacer oídos sordos a tanta imposición proveniente de la publicidad, el cine, la TV. la moda…, vivir al margen de esta dictadura estética y sentirnos satisfechos con nuestro aspecto por poco agraciado que sea. Pero, ¿qué ocurre si nos gusta agradar y trasmitir una buena imagen pero, a la vez, no aceptamos participar de esa frustrante obsesión por alcanzar unas metas que no podemos conseguir? Lo que la mayoría de nosotros pretendemos es, simplemente, mostrar un físico que hable bien de nosotros, explotando al máximo nuestros propios recursos y, en definitiva, gustar a los demás, pero sin que ello signifique someternos a tiranía alguna o perjudicar nuestra salud. Una buena opción sería concebir el tema como un juego lúcido y creativo, en el que cada uno convierte a su cuerpo en un envoltorio lo más sugerente posible y a la vez coherente con la imagen que tiene de sí mismo. Es conveniente que todos tengamos un ideal de belleza realista, conseguible.

Por eso es tan importante saber gustarnos sin disgustarnos; y para ello sugerimos los siguientes puntos a tener en cuenta:

Los modelos de belleza vigentes responden más a criterios mercantilistas que a modelos de salud y bienestar. 

1.- No aceptemos un modelo único para nuestro sexo: significaría negar la diversidad y la especificidad de las personas, así como las etapas por las que pasa la vida. 

2.-Construyamos nuestro propio modelo, partiendo del conocimiento de nuestro cuerpo, sabiendo cómo es, cómo se expresa, cómo siente y qué le gusta. 

3.-Aceptémonos como somos, y mejoremos de nuestro aspecto sólo lo que nos desagrada. 

4.-Seamos nuestro mejor amigo, valorando cómo somos y sintiendo el orgullo de ser únicos. Subrayar el orgullo de ser quienes somos afianza la seguridad que permite una actitud positiva y vitalista, que a su vez actúa como un imán que atrae relaciones de igual índole. Nuestro atractivo no se mide por comparación. 

5.-Mirando de afuera hacia dentro estaremos mediatizados por la imagen que se nos propone y sólo conseguiremos desvalorizarnos e ir en pos de un modelo que jamás alcanzaremos, con lo que de frustración y negación personal supone. 

6.-Analicemos con criterios personales el prototipo que nos propone la moda para nuestro sexo y edad. Y tomemos de él sólo lo que puede resultarnos útil para mejorar nuestra calidad de vida y hacerla más saludable. 

7.Planteémonos metas posibles. Explotemos nuestros recursos para conseguir un físico agradable y atractivo, pero no olvidemos que tan importante, o más, que gustar a los demás es agradarnos a nosotros mismos.

 

Todas las alternativas son posibles, pero las más compasivas con nuestro equilibrio emocional serán las que partiendo del ejercicio de nuestra libertad y sistema de valores, nos posibiliten una presencia física que consigue que nos sintamos a gusto en nuestro cuerpo. Y vivir sin obsesiones ni traumas al respecto. No olvidemos que una buena parte del atractivo que comunicamos depende de cómo nos vemos a nosotros mismos. De hecho, se ha comprobado que las personas que se acercan más a sus propios modelos de belleza presentan niveles de autoestima mayores y manifiestan sentimientos más positivos sobre sí mismas.

Porque el cuerpo no es la persona. El cuerpo es el vehículo de la persona. No es su contenido, pero sí su forma

Porque el cuerpo no es la persona. El cuerpo es el vehículo de la persona. No es su contenido, pero sí su forma. Y en la cara está representada la persona, en la cara está la persona y manifiesta cuanto somos. El cuerpo es carruaje, medio de locomoción que hay que cuidar para seguir funcionando, portada exterior de lo que representamos. La cara nos abre la puerta de la intimidad; lo ojos son el puente levadizo hacia el castillo de la afectividad.

Si amor es el deseo de hacer eterno lo pasajero; belleza es una conjunción entre lo exterior y lo interior, es camino y posada de armonía y proporción entre lo de fuera y lo de dentro.

 

img_4144 Juande Serrano

Psicoterapeuta Transpersonal en Experto en Parejas y duelo

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