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Monotonía en la pareja: por qué surge y cómo combatirla

Monotonía en la pareja: por qué surge y cómo combatirla

Después de varios años en pareja, es normal que la rutina se instale como la tercera en discordia entre dos personas que se quieren y desean vivir su día a día juntos. En la mayoría de las ocasiones, cuando este momento llega, la pareja sabe que es necesario un revulsivo que reactive todos los mecanismos en la relación para que esta se despierte del entumecimiento en el que estaba sumida.

Sin embargo, no siempre es sencillo identificar si la pareja está pasando por este estadio. Lo cierto es que esta transición hasta el coma como pareja es, a veces, tan sutil que cuesta darse cuenta que la monotonía ha invadido todos los aspectos de la vida en la pareja. Además, con los ritmos tan frenéticos de trabajo, hijos, tareas de casa y vida social, es muy sencillo relegar la propia relación al último lugar y para cuando detectas que algo no va bien, la monotonía se ha hecho con lo que antes era ilusión y deseo.

Bajo esta premisa, hemos hablado con Juande Serrano, Psicojuande, para que nos explique las causas, consecuencias y consejos en lo que a este tema se refiere. Como bien nos comenta, no importa cuanto tiempo lleves con tu pareja, tu edad o tu situación familiar. Todos estamos expuestos a caer en la rutina cuando a amor se refiere.

¿Cuáles son las causas que pueden generar monotonía en la pareja?

Para comprender la causalidad de la monotonía en la pareja es necesario contextualizar los modos de vida de hoy en día. Ya que vivimos en una época que va contra nuestra naturaleza intrínseca de ser nómadas (la propia naturaleza de nuestro cerebro propende hacia la adaptación y la flexibilidad, pero nuestro estilo de vida lo boicotea haciéndolo rígido). Y eso hace que tengamos una obsesión de control sobre la vida y para ello recurrimos a estándares programados que dan poco espacio a la improvisación y renovación de la propia existencia. Nos enamoramos, nos comprometemos, nos reproducimos y nos hipotecamos. Y sin darnos cuenta nos resignarnos a una vida de rutinas que entre otros males deja poco espacio a la creatividad en la convivencia de la pareja. Cada cuál tendrá su final, pero el denominador común es el aburrimiento y la falta de sorpresa con nuestro amor.

Y como consecuencia de lo anterior, surgen las causas de monotonía en la pareja:

El cansancio físico y psicológico que en ocasiones produce el trabajo, puede ser una de las causas por la que no se dedica la suficiente atención a la pareja. Y no se trata de cantidad, sino de la calidad en las interacciones de la vida conyugal.

Una de las causas principales de la rutina en la pareja es la falta de comunicación íntima que se demuestra, por ejemplo, en los largos silencios compartidos y patrocinados por la sobre-atención al smartphone. Cuando el individualismo hace acto de presencia en la relación, es decir, cuando cada uno va a lo suyo, se produce una fisura interna en ese amor. Uno de los errores más importantes que se puede cometer en el plano de la comunicación interpersonal es el de dar por hecho el amor y no decir «te quiero» a la pareja, dando por supuesto que ya lo sabe. Esta suposición puede derivar en un estancamiento en la relación y desoír la necesaria renovación cotidiana que precisa el amor. Cada vez que dijera “te quiero” le estaría dando a mi propio cerebro esa orden para ser resolutivo y ser creativo para llevarla a cabo en la realidad cotidiana.

Dos personas se conocen en un momento determinado de su vida y se enamoran. Sin embargo, cada una evoluciona a su ritmo. Puede ocurrir que después de varios años de relación ambas se encuentren en puntos muy distintos, con expectativas diferentes e intereses poco semejantes. Esto es uno de los grandes dramas del amor del siglo XXI.

Una de las causas principales de rutina en la pareja es la comodidad que proporciona vivir inmerso en una ‘zona de confort’ que aporta sensación de seguridad emocional. Existen personas que se sienten seguras cuando controlan lo que es previsible que ocurra, y no dejan espacio para la improvisación, ni permiten que se introduzca el más mínimo cambio en sus costumbres. Se vuelven rígidos en sus pensamientos, conductas y sentimientos.

 

Otra causa frecuente de monotonía en la relación es la actitud pasiva que adoptan aquellas personas que esperan a que sea siempre el otro quien tome la iniciativa de romper la rutina con algún plan romántico. Cuando cada uno delega la responsabilidad de la iniciativa en el otro, se produce un bucle recíproco de necesidades insatisfechas.

Existen algunas causas externas que también pueden propiciar la aparición de la rutina en la relación. Por ejemplo, existen parejas que cuando tienen hijos tienden a perder el contacto íntimo con el otro y dejan de verlo como amante para convertirlo en “papá” o “mamá”. O se olvidan de otras áreas de sus vidas, como la vida social, que también genera esa sensación de monotonía.

En medio de esa urgencia por vivir una vida programada y controlada, todo se hace previsible y las personas se olvidan que cuidar el amor es lo únicamente previsible para una vida lograda y con bienestar.

¿Qué síntomas se dan cuando una pareja está cayendo en la monotonía?

Los primeros meses de una relación amorosa son intensos, divertidos, pasionales e interesantes. Ciertamente es la etapa del enamoramiento con toda la dosis de idealización que construimos respecto a nuestra pareja.

Y quizás, con cierto apaciguamiento, esas características de la primera etapa del amor, nos dan luz con su ausencia de los síntomas de que se está cayendo en la monotonía de la vida en pareja. Es decir, cuando la relación ya no es divertida, ni pasional y ni interesante son signos claros de que estamos en la monotonía. Se trata de un estancamiento de la relación que inevitablemente lleva al aburrimiento. Y la rutina y el aburrimiento son de la misma familia.

Según tu experiencia, ¿qué tipos de parejas son más proclives a sufrir este estancamiento?

En realidad, todas las parejas en sus relaciones son proclives al estancamiento. De hecho, todas las parejas pasan por ese periodo en su historia de amor. Quizás la variable que hace superarlo tenga su base en la madurez de sus miembros. En la capacidad que cada uno tenga para salir de su ego hacia el amor con la otra persona y seguir caminando en las diferentes etapas de la vida.

Por eso existen parejas más vulnerables al estancamiento. Aquellas que anidan en la inmadurez de la gestión emocional, sexual y afectiva. Las personas que por diferentes causas no han mejorado de forma activa en su personalidad y crecimiento personal, de manera que hayan satisfecho primero al amor propio, para después amar en plenitud al otro.

Aunque cuidado con la moda actual del amor propio que nos puede hacer incompetentes narcisistas para el encuentro con el otro. No hay que olvidar que una cualidad del amor es ser un motor para empujarnos a ser mejores. Y en el abrazo con el otro radica el mayor de los autoconocimientos y encuentro con uno mismo.

Desde mi experiencia, hoy se observa mucho un tipo de pareja en la que cada uno de sus miembros proyecta en el otro lo que necesita que el otro sea para su propia tranquilidad y felicidad. Tan sólo hay proyección de las propias carencias. O sea, nunca hay contacto con el otro. Y el amor verdadero debe surgir en el contacto con la extrañeza del otro, no en cubrir mis necesidades. Porque si el amor termina siendo eso, eso no es amor. Los que piensan que el amor tiene que ver con uno y no con el otro se apropian de un sentido del amor que no lo es. Tan sólo hacen “negocio” con sus relaciones.

Por eso, el amor inmaduro dice: «Te amo porque te necesito»; mientras que el amor maduro dice: «Te necesito porque te amo».

 

¿Cuándo llega la monotonía y se pierde la chispa significa que se ha acabado el amor?

Realmente no se trata de que se haya acabado el amor. En tal caso, se habrá acabado la capacidad para seguir amando al otro en su diferencia.

Eso de la canción de que “se nos acabó el amor de tanto usarlo” funciona bien con el interés. Porque cuando ya no me interesas, ya me aburres y me sometes a la monotonía…

Por otro lado, si no hay amor, ya es que incluso no hay espacio ni para la monotonía. En ocasiones lo doloroso a nivel de pareja es que cohabite el amor con la monotonía. Es decir, que habiendo amor se haya caído en la rutina. Es entonces cuando más sentido tiene poner todas las armas del amor en juego y posibilitar desde la renovación y la creatividad de ambos miembros que la historia de amor se adapte, se flexibilice y se re-cree con el otro. Incluso el hecho de acudir a terapia de pareja recobra su sentido en estos tiempos que nos ha tocado vivir de “soltar lo que no nos hace volar”.

Reconstruirse mutuamente desde el amor nos posibilita el encuentro para no poner fin a la relación. Añadir novedad, sorpresa, improvisación, sensualidad y deseo de profundizar incluso en el por qué el otro se aburre conmigo. Al fin y al cabo, revitalizar la relación con aquellas pistas que nos dio el enamoramiento de la otra persona como ejercicio activo de profundizar en sus capacidades de mejora, en sus pensamientos, en sus sentimientos y en sus deseos más recónditos. 

Recuperar la admiración por el otro, como cuando estábamos enamorados. Porque sabemos que el amor más fuerte y más puro no es el que sube desde la impresión, sino el que desciende desde la admiración.

Ya que el verdadero amor es el deseo de acompañar al ser amado para que pueda llegar a ser lo que está llamado a ser. Quien bien te quiere te hará volar.

¿Hasta qué punto juega un papel importante el sexo en este asunto? 

La sexualidad juega un papel primordial en la vida de la pareja. Pero, como en el amor y quizás aún más, pensamos que sobre eso no podemos hacer nada para reactivar el deseo.

Ciertamente en la sensación de monotonía, el sexo juega un papel principal por su comportamiento típicamente rutinario con el que lo ejercemos en la pareja estable. Además, nos instalamos en la idea de que el sexo en pareja lo sostiene el amor que se profesan los amantes. Y nada que ver, aunque el encuentro sexual sea expresión de nuestro amor hacia el otro. Amor y sexo se retroalimentan, pero no dependen el uno del otro. Puede haber amor y no existir deseo sexual por la pareja y viceversa. Por eso es una mala idea igualar la vida sexual al amor por nuestra pareja. El impulso hacia el sexo proviene del deseo y el deseo se alimenta de la sensualidad excitable.

Por eso es importante saber cómo se origina el deseo sexual para poder recuperarlo. Se suele decir que el “deseo vive de la carencia”, que el deseo tiene su impulso hasta que se consigue lo deseado. Es un impulso que nos activa la libido. Por eso es imprescindible saber que el deseo sexual se mantiene por la sensualidad que nos despierta ese impulso. Con lo cual en la vida sexual en pareja hay que ser creativos y re-creativos, hay que saber innovar, mejorar y crecer tal como hacemos en cualquier otra área de nuestras vidas. En definitiva, hay que saber mantener una actitud sensual con nuestra pareja, con nuestro propio cuerpo como vehículo de los encuentros sexuales. Y ahí contamos con innumerables fantasías que deben ponerse en práctica a la par de un crecimiento y conocimiento de la propia y ajena sexualidad.

Para la vida sexual plena en la pareja estable es muy necesaria la condición de continuo aprendizaje y conocimiento de la sexualidad. No se puede dejar al arbitrio de nuestras hormonas y valores. También podemos y debemos generar un desarrollo progresivo en nuestra vida sexual.

 

¿Qué consejos darías para evitar la monotonía en la pareja?

Habría mil consejos, tips y sugerencias que todos podemos encontrar con una entrada en “san Google”; y que en ocasiones pueden causar más perjuicio que beneficio

Desde mi punto de vista, que en realidad no creo mucho en la efectividad de los consejos, estoy convencido de que tenemos que deconstruir lo que sabemos del amor y reconstruir el amor como un arte; y como cualquier otro arte requiere de conocimiento y esfuerzo.

Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar, no en la propia capacidad de amar. De ahí que para ellos el problema sea cómo lograr que se los ame, cómo ser dignos de amor. Para alcanzar ese objetivo, siguen varios caminos. Pero todo ellos, al basarse en una necesidad, devienen en sentimentalismo, dependencias, sensaciones fugaces y un sinfín de interacciones tóxicas para las relaciones. Y esto unido a la tendencia consumista de nuestros días, nos hace consumir incluso a nuestros congéneres para satisfacer nuestras necesidades. Y una vez satisfechas ya no existe el deseo que vive de la carencia y nos aburre lo monótono satisfecho. Es la deriva en la que abandonamos nuestro mundo afectivo-sexual en un mundo donde todos se preocupan de buscar un gran amor, pero nadie se ocupa de ser un gran amor.

La gente cree que amar es sencillo y lo difícil es encontrar un objeto apropiado para amar o para ser amado por él. Es la suposición de que el problema del amor es el de un objeto y no de una facultad, premisa que sustenta la actitud de que no hay nada que aprender sobre el amor. Creencia de que el amor es tan sólo un sentimiento, una sensación placentera, cuya experiencia es una cuestión de azar, algo con lo que uno «tropieza» si tiene suerte…

No se trata de que la gente piense que el amor carece de importancia. En realidad, todos estamos sedientos de amor; vemos innumerables películas basadas en historias de amor felices y desgraciadas, escuchamos centenares de canciones triviales que hablan del amor, y, sin embargo, casi nadie piensa que hay algo que aprender acerca del amor.

El error que lleva a suponer que no hay nada que aprender sobre el amor radica en la confusión entre la experiencia inicial del «enamorarse» y la situación permanente de estar enamorado, o, mejor dicho, de «permanecer enamorado”. Si dos personas que son desconocidas la una para la otra, como lo somos todos, dejan caer de pronto la barrera que las separa, y se sienten cercanas, se sienten uno, ese momento de unidad constituye uno de los más estimulantes y excitantes de la vida. Ese milagro de súbita intimidad suele verse facilitado si se combina o inicia con la atracción sexual y su consumación. Sin embargo, tal tipo de amor es, por su misma naturaleza, poco duradero. Las dos personas llegan a conocerse bien, su intimidad pierde cada vez más su carácter milagroso, hasta que su antagonismo, sus desilusiones, su aburrimiento mutuo, terminan por matar lo que pueda quedar de la excitación inicial. No obstante, al comienzo no saben todo esto: en realidad, consideran la intensidad del apasionamiento, ese estar «locos» el uno por el otro, como una prueba de la intensidad de su amor, cuando sólo muestra el grado de su soledad anterior.

Esa actitud, de que no hay nada más fácil que amar, sigue siendo la idea prevaleciente sobre el amor, a pesar de las abrumadoras pruebas de lo contrario. Prácticamente no existe ninguna otra actividad o empresa que se inicie con tan tremendas expectativas y apasionamiento, y que, no obstante, fracase tan a menudo como el amor. Si ello ocurriera con cualquier otra actividad, la gente estaría ansiosa por conocer los motivos del fracaso y por corregir sus errores o renunciaría a la actividad. Pero esto último es imposible en el caso del amor, sólo parece haber una forma adecuada de superar el fracaso del amor, y es examinar las causas de tal fracaso y estudiar el significado del amor.

 

Lo que el ser humano necesita en la vida es amor, amar y ser amado. La felicidad no es posible sin el amor. El amor es ante todo lo que hace ser. Y si el amor es el primer argumento de la vida, hay que conocerlo, antes de exaltarlo de forma excesiva, hormonal y acrítica.

El primer paso a dar es tomar conciencia de que el amor es un arte, tal como es un arte el vivir. Si deseamos aprender a amar debemos proceder en la misma forma en que lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte, música, pintura, carpintería o el arte de la medicina o la ingeniería. Los siguientes pasos, que provienen del primero, es hacer del amor no sólo un sentimiento sino una actitud que nos permita permanecer enamorados. El amor es una actividad, no un afecto pasivo; es un estar “continuado”, no un súbito “arranque”. El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos. El carácter activo del amor se vuelve evidente en el hecho de que implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas del amor. Esos elementos son: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento por la persona amada.

Por tanto, el amor no es sólo un sentimiento, es una actitud ante la vida. No se puede reducir a un afecto, pues deviene en una actitud que debemos cultivar si queremos incorporarlo a nuestra propia biografía. Si el amor no se cuida día a día, se pierde, se evapora, se torna imposible de mantener por rutinario y monótono.

Redacción y fotografía: Pablo Navarrete

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