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Deconstruir el amor para volver a enamorarnos, por Juande Serrano

Deconstruir el amor para volver a enamorarnos, por Juande Serrano

Hoy son muchas y dolorosas las vivencias que revelan el error conceptual del amor romántico que heredamos en nuestros esquemas afectivosexuales. Normal que abunden tantos y tantas malgastando sus vidas no permitiéndose volver a enamorar.

Cuando el pasado pesa, cuando no se sopesa lo pasado en su única función para el desaprendizaje y cuando el tiempo sigue su camino. Cuando culpas al amor por sufrir, cuando se sufre por no saber amar. Esa ignominia para no seguir aprendiendo del tiempo, del amor.

Cierto es que, en estos tiempos, sus circunstancias, la vida, las pandemias, los egos y todo lo demás hace que se despliegue una común insatisfacción disfrazada de espasmos sentimentales y estornudos sexuales. Un amor de consumo y un consumo del amor.

Y no son un buen estímulo las parejas que nos quedan emparejadas: Parejas aburridas, parejas calladas, parejas engañadas, parejas agotadas, parejas destrozadas, parejas zombis, parejas enfraternadas, parejas asexuadas, parejas aparentadas, parejas desubicadas, parejas malavenidas, parejas distraídas, parejas que se mueren, parejas muertas.

En un marco así, pocos quieren más incertidumbres que las propias y las fórmulas urgentes encuentran su mejor momento. Así sobreabundan y se expanden las deidades del amor propio, las encíclicas sobre la conveniencia de soltar, los grandes señaladores de personas tóxicas, los dictadores de la felicidad ajena y otras derivas de las divorciadas reconvertidas en coaches.

El amor romántico es el que nos vendió el sistema como panacea de la felicidad junto con todos sus mitos, entre los cuales están la idea de la eternidad del amor verdadero; la posesión de la persona; la monogamia impuesta y dada por hecha; la idea del amor omnipotente que si no puede superarlo todo y termina, no fue puro; el perdón absoluto en nombre del amor; y la influencia y presión social de que encontrar a una persona a quien amar y que te ame recíprocamente es la gran meta de la vida y en consecuencia, al no encontrarlo, estás fracasando.

Es la idea de que el compromiso amoroso limita las libertades. Porque entre las representaciones del amor actual, podemos citar: la pérdida de la autonomía, dejar de lado proyectos propios; cumplir con responsabilidades de la vida cotidiana, la discusión interna entre el deseo y la presión social de tener hijos, sostener la pareja a lo largo del tiempo, la fidelidad… Estas mismas pautas están presentes desde hace mucho tiempo, la diferencia es que antes eran etapas preestablecidas, como un camino ya pautado de antemano, y hoy se evalúan, se piensan, se cuestionan y se discuten.

Pero la gran paradoja es que todas esas pautas construidas, todos esos mitos y sus consecuencias, además de limitar al amor, siguen siendo responsables de que estemos instalados en relaciones de pareja en las que al final hay de todo menos amor.

Y no, no elegimos con libertad. Nos cruzamos con alguien, nos enamoramos y dejamos que actúen todas esas ideas románticas propiciadas por la intensidad bioquímica de las emociones. Así, nos metemos dentro de un discurso cultural-social que establece y constituye nuestra subjetividad afectiva. Por lo tanto, no eliges. Tan sólo te acomodas a una moldura previa que te está dirigiendo los sentimientos y su manifestación. No importa que te enamores de X o de Y. El amor romántico es un dispositivo que condiciona nuestras decisiones ingresando en un ordenamiento sexoafectivo que construye las formas de amar en una relación.

Sin embargo, ¿cómo entonces, si comprendemos la condena que nos espera al caer en una relación de amor romántico, seguimos tan alienados a otras formas de relacionarnos en pareja? Encontramos la respuesta tanto en la naturaleza egoísta del ser humano, como en su necesidad de comodidad. Cuando al enamorarnos caemos en la fantasía de estar con la misma persona por el resto de nuestras vidas, la hacemos a nuestro modo para facilitarlo todo y nos desborda una sensación de seguridad y confort. Es ahí cuando deseamos que ese sujeto nos corresponda para siempre, porque de la misma manera que uno siempre quiere volver a los lugares donde amó la vida, también lo hace a las personas que lo hicieron sentir abrazado.

Dando así como resultado el mayor de nuestros errores egoístas, convertir una pasión tan noble como el enamoramiento en una necesidad carcelaria para nosotros mismos y los otros. A poco que nos sentimos enamorados transformamos la admiración que surge de manera natural por el artificio de la posesión de lo que el otro debe ser para mi ideal de pareja. No dando lugar a tener mucho contacto con el otro diferente, no dejando espacio a la libertad que impulsa el amor, agotando el deseo por carencias satisfechas, estrangulando el desarrollo de los corazones por no respetar las diferentes razones.

Cuando la realidad del amor sucede en el contacto con la extrañeza del otro diferente, no en proyectar en el otro lo que yo necesito que el otro sea para mi propia felicidad. Porque si el amor termina siendo eso, eso no es amor. Los que piensan que el amor tiene que ver con uno y no con el otro se apropian de un sentido del amor que tiene más que ver con el egoísmo. 

Y el amor hay que separarlo del amor propio. El amor no es narcisista. No se gana en el amor, se pierde. Porque el amor es entrega. Si en el amor importa más el otro hay entrega. Si hay entrega vas en contra de ti mismo. Si vas a favor de ti mismo en nombre del amor lo que haces es alimentar a tu ego. No hay otra manera de verlo ni de hacerle concesiones a nuestras entrañas para justificar nuestro desamor.

 

Urge deconstruir el amor romántico, porque con las pautas que la cultura indica obtura el deseo y la libertad de las personas. Hay que superar esa forma tradicional de pareja y dejar emerger un vínculo que tenga sus propias pautas donde el amor nos haga muy libres. Que el amor sea el motivo de inclusión y no de exclusión, que el amor sea una suma y no una resta, que el amor libere y no esclavice, que amor sea una devoción y no una obligación, que el amor comprenda y no juzgue, que el amor sea verdadero y no eterno.

Lo mejor será crear vinculaciones temporales, encontrar la forma más temporal de poder relacionarnos con otra persona será la manera más honesta. Desechar esa idea absurdamente romántica de prometer amor eterno cuando lo que no tenemos en la vida es tiempo.

Desafiando paradigmas, multiplicando las preguntas y por ende la incertidumbre. Porque el amor debe ser revolucionario y una aventura ante lo desconocido. La certidumbre nunca se llevó bien con el amor, es más bien amiga del ego. No hay que limitar con respuestas la transcendencia que el Eros puede tener para nuestro crecimiento y maduración personal en cuanto a la liberación de las esclavitudes del propio ego.

Deconstruir el amor hasta cuestionar la relación del otro como una relación de propiedad. Porque en el fondo lo que implica lo romántico es entender que el otro te pertenece. Que el cuerpo del otro te pertenece. Que el deseo del otro te pertenece. Y así se te va construyendo un ego que no te dejará amar, porque se construye entre lo propio y la propiedad como si lo propio fuera la cantidad de propiedades que tienes donde el otro es una propiedad más. Por eso, no es tanto soltar el ego sino soltar la idea de que lo propio se juega en la propiedad. Y esa desapropiación hasta puede potenciar un encuentro donde ya no es un “yo” que posee, es un yo que recibe, que va desposeyéndose y recibiendo en cada relación.

Se deconstruye dándole lugar a un nuevo lenguaje que permita relacionarte con el sentido del amor desde un lugar inusual, distinto al que de algún modo te exigen que sea el dispositivo de la necesidad, de la posesión. La deconstrucción irá entonces avanzando y va generando cada vez más alianzas con otras formas de relacionarnos sexoafectivamente.

Y sin pretender llegar a algo. El amor es un hecho más contingente que se va dando en cada situación. No hay sólo que sentirlo, hay que construirlo. Deconstruir así los lugares de llegada del amor. Porque cuando te das cuenta que nacemos para morir se te disuelve la idea de que llegarás a algún lado. Porque llegues a dónde llegues, te vas a morir igual. Entonces, llegar a la felicidad, llegar a la libertad, llegar al amor no va a ser tu fármaco calmante. No sabes si llegarás a ningún lado más que a la tumba y el único camino posible de la vida será saber construir una relación de amor.

Deconstruir el amor no es destruirlo, sino emanciparlo de los formatos tradicionales y románticos que nos han generado un sentido común que nos exige pensar y vivir el amor de una manera que nos aleja del propio amor y que tanto sufrimiento e insatisfacción nos ha dado.

Querer deconstruir el amor, porque quieras volver a enamorarte.

 

img_4144 Juande Serrano

Psicoterapeuta Transpersonal experto en Parejas y duelo

Terapia online

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