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Samuel Perea y su receta de Paz en La Coracha

Samuel Perea y su receta de Paz en La Coracha

La Asociación La Coracha quiso que en su última reunión antes de la Navidades el tema fuese la PAZ. En un mundo en el que los mayores conflictos y tragedias que estamos viviendo se escudan tras motivos religiosos, que mejor que Samuel Perea, fundador de Cocineros por la Paz, para hablar del tema.

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Perea quiso buscar lo que nos une a musulmanes, judíos y cristianos desde lo más básico pero también desde lo más elemental: la cocina. Junto a los chefs Víctor Gloger y Abdelkader Elmlih, fundaron hace 7 años la ONG Cocineros por la Paz y el proyecto ‘Armonía’. Y es que la cocina es la muestra de que la conjunción de ingredientes muy distintos entre sí es necesaria para conseguir el equilibrio en el sabor y las texturas. En los fogones se funden elementos de la tierra y el agua que toman diferentes formas ante la presencia del fuego. Así, la suma de las tres principales religiones del planeta dan como resultado la riqueza de su diversidad partiendo de la particularidad de cada una y de sus puntos en común.



Samuel Perea era el invitado de la noche y José Cobos, del Pimpi, fue el responsable de presentarlo ante la audiencia; la mayoría formada por mujeres de esta asociación que busca engrandecer nuestras tradiciones dándolas a conocer y aportando su conocimiento  para su conservación. Cobos se emocionó hablando de su amigo, del que dijo que «Es un hombre de luz. Un transmisor del Universo”.

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Si parte del público imaginó por un momento que Perea estaba allí para hablar de recetas, él en seguida se encargó de dejar claro que estaba allí para compartir su experiencia de vida, aquello que le ha hecho ser quien es y convertirse en un embajador de la paz.

Son las almas valientes las que hacen que el mundo avance. Aquellas que se atreven a romper con lo establecido en la búsqueda de algo más, aún siendo incomprendidos muchas veces. Y Samuel Perea demostró ser una de ellas.

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Perea comenzó su relato desde el momento en el que parte su vida con la llegada de un niño, él, al barrio de La Victoria un año después de que naciese su hermana. Una niña que falleció. Poco querido, niño inquieto y poco comprendido, así dijo haberse sentido durante una infancia donde ya comenzó a plantearse cuál era su lugar en este mundo. «La trayectoria de mi vida ha sido formarme para vivir”, dijo.

Gran contador de cuentos, asemejó su vida con la metamorfosis; la fase de gusano que buscar sólo comer y crecer, la soledad, el dolor y los cambios que se producen en la fase en la que el gusano se convierte en capullo y la transformación en mariposa en la que se ve la luz y se vive en libertad. Dijo haber pasado por las dos primeras hasta haber alcanzado esta última, en la que se encuentra en su etapa actual. Dirige junto a su mujer, Marina, una empresa de cosméticos del Mar Muerto.



Fue pionero, junto a su hermano, de los ala delta en Málaga, estudió Bellas Artes, expuso sus obras junto a los grandes del momento, estuvo a punto de ingresar en el Seminario, hasta ha pilotado aviones. Y todo ello le ha hecho ver qué es lo importante: «Hacer lo que me gusta ocupándome de lo necesario”. Más allá de vivir sin más, Samuel Perea confesó que a él le ha interesado mucho la vida: «El pasado no se puede cambiar, el futuro es incierto, lo único que es real es el ahora, este momento».

Familiar y aventurero. Dos amores que podrían parecer enfrentados pero que en él confluyen. Enamorado de Tierra Santa. De allí partió la idea de Cocineros por la Paz; un español, un palestino y un israelí. La paz en torno a algo que une a las tres culturas; la mesa. Hasta a 35 cónsules fueron capaces de sentar para hablar de paz mientras probaban sus guisos con sabor a Mediterráneo, con sabor a esperanza.

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Un testimonio de vida que por encima de todo deja claro que vivir intensamente, sintiendo el sufrimiento propio y ajeno y conocer otras culturas, dan como resultado una existencia con la certeza de que el amor va más allá de las fronteras que impone el hombre con los mapas y con la religión.

Los participantes no se llevaron de allí ninguna receta de cocina, pero sí una fantástica para cocinar la vida. 

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El acto concluyó con la interpretación de ‘Un canto de luz’ por parte de Mabel Moya.

Fotografía: Lorenzo Carnero

Agradecimientos: Junta Directiva de La Coracha y a Mª Carmen Baeza

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