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Aroa Moreno, escritora: «La historia va y vuelve y subraya cómo no aprendemos del pasado»

Aroa Moreno, escritora: «La historia va y vuelve y subraya cómo no aprendemos del pasado»

Aroa Moreno Durán nació en Madrid en 1981. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense, especialista en Información Internacional y Países del Sur. Ha publicado los libros de poemas Veinte años sin lápices nuevos (Alumbre, 2009) y Jet lag (Baile del Sol, 2016). Es autora de las biografías de Frida Kahlo, Viva la vida, y de Federico García Lorca, La valiente alegría (ambas en Difusión, 2011). La hija del comunista fue su primera novela, La bajamar, la segunda. En 2017 recibió el premio Ojo Crítico de RNE de Narrativa. Es, además, colaboradora de Infolibre.

¿Qué relato propone esta novela?

El de las mujeres sumergidas bajo el peso de la historia y el territorio. Me propuse averiguar qué estaban haciendo las mujeres mientras los hombres se iban a la guerra, mientras hacían sus revoluciones, mientras perseguían sus metas. Traza una genealogía que tiene que ver con la generosidad y con las renuncias, con el coraje y el miedo. La bajamar es una novela de tres mujeres en guerra.

¿Por qué la maternidad es a veces entendida como foco de conflicto?

Porque arrasa con algo anterior. Después de ser madre, hay que volver a reconocerse. A hilvanar a la mujer que eras con la madre que eres ahora y que las dos consigan convivir sin renunciar a las cosas que nos hacen felices. Tener un hijo cambia tu vida, pero no necesariamente te cambia a ti: los sueños y los deseos permanecen.

La novela describe tres generaciones de mujeres con vivencias muy duras en su mochila, ¿qué enseñanzas se extraen de esa coyuntura adversa?

Que somos supervivientes. Que, al final, cuando la vida se vuelve cruda, reaccionamos con valentía, sobre todo, cuando se trata de proteger a tus hijos. También extraemos algo a corregir: si dejamos que las heridas se abran más y más, puede llegar a ser difícil suturarlas. Sobre todo, en las familias.

¿Qué aporta el territorio, mayoritariamente el País Vasco, en el relato?

Esa era una de las preguntas que me hice al plantearme la escritura de la novela. Si el territorio y su historia eran capaces de condicionar nuestra intimidad. Si Euskadi había vivido un siglo de tensiones y violencia, cómo se sobrevivía a eso. Pero no solo eso, también su naturaleza, su mar, la bahía, el agua, la lluvia, la humedad forman parte de ese relato. Paisaje, Historia e intimidad comparten nudos difíciles de deshacer.

¿Qué paralelismos encuentra en el siglo de historia plasmado en sus novelas, y el actual “horror” de la guerra que seguimos viviendo?

Con tristeza respondo que encuentro muchos, la verdad. El dolor de las guerras es siempre el mismo. Los perdedores de las guerras son siempre los mismos: los nombres anónimos. Hasta el punto de que en la novela yo cuento cómo cae una bomba en una maternidad de Donosti durante la guerra civil y las madres salen desnudas con los bebés entre los escombros. Y hemos podido ver esa misma imagen en Mariúpol. Pero no solo eso, los desplazados, el sufrimiento de las separaciones, el hambre. La historia va y vuelve y subraya cómo no aprendemos del pasado. Es muy importante ejercer la memoria para que el dolor pasado no sea en balde.

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Sus novelas son traducidas a varios idiomas… ¿qué se siente al conocer que llegan a tantos rincones del mundo?

Un poco de incredulidad. Todavía me sorprende que algo que yo escribo en soledad y que intenta dar respuesta a mis obsesiones sea leído por otra persona, se comparta y me lo encuentre en las librerías que yo tantas veces he visitado. Así que las traducciones y que el libro llegue lejos forma parte ya del territorio del asombro y la felicidad máxima.

¿Qué proyectos tiene a corto medio plazo?

Cuando estaba escribiendo La bajamar, hice un parón porque necesitaba viajar al norte y porque la pandemia y la falta de estímulos durante el confinamiento estaban frenando mi imaginación. Así que arranqué algo de no ficción, una especie de crónica en primera persona acerca de algo que yo había descubierto y que, de nuevo, mezcla la intimidad y la política.

 

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