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Irene Villa: «Lo que no perdonas te limita»

Irene Villa: «Lo que no perdonas te limita»

Si tienes ya cierta edad, y te pido que eches la vista atrás y recuerdes tu etapa en el colegio, seguro que vendrán a tu memoria historias que pasaron en clase, el disfraz que llevaste un año para la fiesta fin de curso, el nombre y la cara de la mayoría de tus compañeros, los profesores que más te marcaron e incluso te puede llegar el olor de las gomas nuevas al comenzar el curso. Por supuesto que seguirás recordando muchos temas que te han dado cultura general y conocimientos específicos en determinadas materias, pero es casi seguro, que la mayoría de lo que aprendiste de memoria, y sobre lo que te examinaste, apenas lo recuerdes. Lo que no se olvida nunca son los valores, los principios, frases que dijo una profesora o profesor en un momento determinado, que no entendías, y que la vida te ha demostrado la importancia que tenía. Pues eso, lo que no aparece en los libros de texto y de lo que no se puede examinar, es precisamente lo que puede cambiar el rumbo de tu vida en un momento determinado, el faro que te guíe o a lo que agarrarte en un momento de dudas, en un bache o cuando aparece la tristeza. 

 

Es cierto que educar, tenemos que educar los padres en casa. Pero igual de cierto es que tiene suma importancia todo lo que se le transmite a los niños en el colegio, donde pasan muchas horas durante una de las etapas más decisivas de su vida: su etapa de formación como personas, más allá de académica. Por ese motivo, en el Colegio Internacional de Torrequebrada, durante todo el año llevan a distintos ponentes que comparten con el alumnado su historias, generalmente de superación. Este año la encargada de abrir el curso escolar en el acto académico más importante ha sido Irene Villa. 

Irene Villa no necesita presentación para los que en el 91, el mismo año en el que nacía internet, ya teníamos uso de razón. ETA asesinaba sin piedad y aquellos atentados, lamentablemente, eran algo habitual en portadas de periódicos e informativos. Aquel atentado queda en la memoria colectiva de muchos de nosotros por la crudeza de las imágenes que se emitieron en televisión y porque aquellas dos víctimas, Irene y su madre, no eran nadie importante. Ningún asesinato nunca ha tenido justificación, pero en este caso, su madre, María Jesús, era una funcionaria de Policía Nacional, una persona normal, sin ninguna relevancia pública o social. Irene de tan solo 12 años iba con ella en el coche cuando una bomba lapa estalló. No llegó al colegio. Ese mismo día, el 17 de octubre, hubo dos atentados más con una víctima mortal. 

Irene quedó gravemente mutilada en el atentado. Perdió las dos piernas y varios dedos de las manos. Con aquella bomba estallaron también los sueños de una niña alegre, divertida, inquieta y muy deportista. Pero nació una nueva Irene a la que nada iba a poder parar ante los objetivos que se ha marcado en la vida y que se ha convertido en una extraordinaria mujer. 

¿Qué hubiese sido de aquella niña del barrio de Aluche de Madrid si aquello no hubiese pasado? Cualquier respuesta sería hacer elucubraciones. Lo que sí es seguro es que a sus 40 años se ha convertido en un gran ejemplo para cualquiera por su forma de afrontar las dificultades, por su sonrisa y por la labor que está llevando a cabo a través de su fundación para que otras personas que sufren mutilaciones aprenden a vivir superando las limitaciones.  

Irene Villa es madre de 3 hijos, ha estudiado varias carreras universitarias, es escritora y ha destacado en deportes como esquí alpino paralímpico y esgrima en silla de ruedas. Pero posiblemente su mayor triunfo ha sido caminar por esta vida, paso a paso, sin perder la sonrisa, mostrándonos a los demás que a pesar de las dificultades podemos llegar donde queramos llegar. Pero a base de trabajo, amor propio y esfuerzo. Y siempre afrontando cada reto con ilusión y perseverancia. Esa es parte del mensaje que quiso comunicar a padres y alumnos del Colegio Internacional de Torrequebrada durante su conferencia. 

«El mundo es como tú lo quieras ver. Si no puedes cambiar una situación, cambia tú»

Puede que las líneas principales de su discurso esté formada por conceptos que ya hemos oído muchas veces, pero resulta emocionante y conmovedor escucharlo de sus labios y recorrer con ella a través de su testimonio algunos de los momentos más cruciales de su vida. Porque a veces el mensaje solo se recibe y cala cuando el mensajero sabe transmitirlo y tiene autoridad para ello. Y ella sabe, no porque se lo haya aprendido, sino porque lo ha vivido y lo ha experimentado en su propia piel. Forma parte de su biografía. Habló de subidas y bajadas. Éxitos y fracasos. Términos que parecen contrapuestos pero que son caras de una misma moneda. Pero sobre todo, habló de superación, aceptación y esperanza. 

 

La clave no está en lo que nos pasa, sino en cómo lo afrontamos. Y esa gran lección que muchos mueren sin aprender, ella tuvo la fortuna de aprenderla de su propia madre el mismo día que se reencontraron tras el atentado. Aquellas palabras no las ha olvidado nunca: “Hija esto es lo que hay. Con esto tenemos que vivir toda la vida. Podemos vivir amargadas o mirar para adelante y ser felices”. Su madre tenía 40 años, la misma edad que ella tiene ahora y en una época en la que no se hablaba de conceptos como la resiliencia le enseñó que hay que aceptar, adaptarse a lo que te toca y abrazarlo. 

«Podemos vivir amargadas o mirar para adelante y ser felices”

Irene compartió cómo fueron esos primeros años en los que los medios de comunicación la encumbraron como si fuese una estrella mediática y recibía continuamente el cariño de la gente, aún cuando ella seguía cada día batallando por avanzar y recuperar independencia y movilidad a base de operaciones y mucho esfuerzo físico. Pero también cuando los focos desaparecieron y sin ese resorte, se enfrentó a la realidad. 

Animó a los chicos a pedir ayuda cuando la necesitasen, incluso ayuda profesional si es necesario. Aunque aludió a que la verdadera fuerza está dentro de nosotros mismos, somos los que más nos podemos ayudar únicamente cambiando el enfoque: “El mundo es como tú lo quieras ver. Si no puedes cambiar una situación, cambia tú. Yo despertaba pena y compasión, y eso no me gustaba. Así que me centré en que, aunque no podía cambiar cómo me veían los demás, lo importante era cómo me veía yo. Lo que crees lo creas”.

Y ella quiso perseguir sus sueños y hacerlos realidad. Y así consiguió ser campeona de esquí adaptado femenino y de esgrima: “No importa las veces que te caigas, sino las que te levantes. El fracaso enseña lo que el éxito oculta. La única derrota es el desaliento”. Animó a los asistentes a que disfrutasen del camino y de las pequeñas victorias. Irene es una persona que es capaz de ver sus cicatrices como condecoraciones: “No sabes lo fuerte que puedes llegar a ser hasta que tienes que serlo”.

«El fracaso enseña lo que el éxito oculta»

Otra de las grandes lecciones que ha aprendido Irene Villa y que transmitió, es la importancia del perdón. Perdonar a los que nos dañan, porque el odio ocasiona un daño aún mayor que en el que nos han infligido. “No hay que sentirme víctima. La tristeza es inacción y te lleva a rendirte antes de empezar a luchar. El miedo también es inacción y ahuyenta el amor. El sufrimiento es opcional y quejarnos o la ira no aportan nada útil. Lo que no perdonas te limita. Hay que perdonar”. Ella ha perdonado pero por supuesto que no olvida. Quiere quedarse con lo bueno que ha vivido gracias a esa explosión que podía haberle destrozado la vida y que sin embargo le dio la oportunidad de vivir de una manera diferente: “A lo mejor hubiese terminado siendo peluquera en Aluche, como mi mejor amiga, que no tiene nada de malo. Pero esto me ha llevado a conocer a grandes personalidades como Diana de Gales, o el Papa entre otros muchos, sin embargo, me quedo con la oportunidad de poder ayudar a tantas personas que pasan por mutilaciones como las mías. Poder transmitirles esperanza y positividad es un regalo para mí”. 

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Irene derrocha alegría y buen humor, incluso en los instantes en los que relataba los momentos más duros por los que había atravesado. Los límites los transforma en retos que conquistar y sus palabras están llenas de valores que todos deberíamos integrar en nuestro día a día. 

«Lo que no perdonas te limita. Hay que perdonar”

Concluyó su intervención mostrando una foto de ella misma inmediatamente después del atentado y otra de ella con sus tres hijos en la actualidad. Entre una y otra han pasado 28 años y los aprendizajes que otros tardan en alcanzar durante muchas vidas, en una sola.

El público se levantó para aplaudirle y así agradecerle el maravilloso regalo que había transmitido con su testimonio. Hace 10 años que ETA asesinó por última vez, y los alumnos que estaban allí lo estudiarán en los libros de texto, pero seguro que nunca olvidarán lo que Irene Villa les contó y cuando pasen los años, no sabrán ni dónde ni cuándo lo oyeron, pero posiblemente en algún momento tendrán que usar esas herramientas para afrontar sus propias vidas.

Algo a lo que también se refirió la presidenta del Colegio Internacional, Sonia Díaz, que agradeció a Irene su presencia, su ejemplo y a los padres el que hayan confiado en el centro educativo para que les transmitan más allá de conocimientos académicos, principios y valores. 

Sonia Díaz e Irene Villa

Si bien la fundación de Irene Villa ayuda a personas mutiladas, su testimonio y su ejemplo nos enseña que no hay mayor discapacidad que el miedo y las limitaciones que nos ponemos nosotros mismos.

Redacción: Ana Porras Fotografía: Lorenzo Carnero

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  • Qué difícil nos resulta perdonar estupideces con el poco tiempo que tenemos para ser felices y amar, aprendiendo a reconciliarnos con nosotros mismos y perdonarnos

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