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«Que no te hagan creer que al creer lo creas», por Juande Serrano

«Que no te hagan creer que al creer lo creas», por Juande Serrano

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La confrontación con esta pandemia, la pérdida de control, la vulnerabilidad de los cuerpos, la existencia intemporal, el tiempo que pasa y la incertidumbre que nos rodea han contribuido a que muchos se derrumben y se plateen su vida. A repensar sus amores, sus labores y sus posibilidades. A darse cuenta de que la vida iba en serio y de que no vamos a vivir eternamente. Que no hay tiempo para más mentiras, que eso de vivir en la no-verdad nos ahoga ahora más que nunca, que nos quedamos sin más verdades cuando la vida se nos va…

Las crisis no son las culpables de nuestro malestar, si acaso son el contexto propicio en dónde afloran la verdad de nuestros mecanismos psíquicos que nos llevan a un afrontamiento con bienestar o malestar personal. Por eso siempre es muy recomendable aprovechar las crisis para hacer psicoterapia con un profesional facultado para ello con la idea de traer a la luz todo aquello que puede someter a la vida en un estado de ansiedad, depresión y sufrimiento. No sólo por superarlo, sino también y mucho más transformador por conocerse en la realidad de la vulnerabilidad.

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«La población en general lo está pasando psicológicamente mal»

Y es ahora, después de una primavera y verano atípicos, la población en general lo está pasando psicológicamente mal. Son muchas personas las que están naufragando en las emociones. Las emociones que surgen como alerta, como aviso de la amenaza que está pandemia ha traído consigo descolocando todo lo planificado, arrastrando hacia la ruina la sostenibilidad presumiblemente sostenible y generando un estado de ánimo disruptivo y tremendamente desadaptativo. Angustia, ansiedad, depresión, hipocondría y la maldita apatía que tanto agota a nuestro cuerpo.

Pero cuidado, como suele pasar, ante este mar revuelto de emociones proliferan, con total impunidad, todo un conglomerado de gurús iluminados, coaches recicladas y charlatanes vendehumos, que con un halo de misticismo oriental, nos ofrecen sus productos como salvadores de la humanidad sufriente. Incluso sin saberlo, provocan en las expectativas ajenas el sentimiento de culpabilidad por sufrir, por estar mal, por no quererse como ellos pretenden que se quieran, por no ser capaces de aprovechar la crisis que se vive como una oportunidad para la reinvención y la abundancia.

 

Proponiendo consejos como «ser fuerte», la obligación de resiliencia, o el convencimiento de que uno puede con lo que se proponga, aunque no entienda los motivos que le hacen sentir débil o que le impiden avanzar. Lo que es completamente ineficaz, contraproducente y produce frustración. Es como si se anima a una persona con un esguince en el tobillo a caminar con firmeza: se trata de un remedio obviamente contraproducente, pues está claro que primero tiene que sanar la lesión, y que sólo entonces caminará sin dificultad. Lo que sucede al decirle a una persona deprimida que tiene que estar más activa, o a una persona profundamente enamorada que se aleje de la persona amada porque es tóxica….

Consejos como «muéstrate segura y serás segura» denotan una gran ignorancia de la mente y su contenido; para ser seguro hay que resolver la inseguridad, y no volverse un farsante. Así, cualquier abordaje que se base sólo en cambiar el comportamiento puede tener algún resultado práctico, pero en el plano psicológico no será eficaz, especialmente a medio y largo plazo.

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«Se confunden emociones con sentimientos y con actitudes»

Sobre todo, con respecto a nuestra dimensión afectiva (las emociones y los sentimientos), hay que saber abordarla correctamente. Esto no sólo consiste en conocer el concepto de Inteligencia Emocional y hacer un cursillo sobre el mismo. En muchas ocasiones, se acomete imprudentemente y peligrosamente un intrusismo para el cual no se está facultado. El error está en que se confunden emociones con sentimientos y con actitudes, abordando la emoción razonando, que es como querer aprender a nadar sin meterse en el agua. Por mucha teoría que uno sepa sobre las emociones, si no se aprende a explorarlas y comprender su función, su labor neurofisiológica, la necesidad de cristalizarlas a través del cuerpo, no se avanzará mucho en la resolución del conflicto.

Consejos como “siente amor”, “ámate a ti mismo”, “lidera tu vida” o “conecta con tu alma” no sirven más que para contradecir y confundir más aún la mente.

El amor, el afecto, la empatía, la alegría, la serenidad, la bondad, la generosidad, la resiliencia, son actitudes que van surgiendo como consecuencia de ir comprendido y resolviendo los conflictos emocionales y afectivos, no se pueden producir sin más, eso sería un autoengaño y una contradicción para el correcto funcionamiento de la personalidad.

Y esto pasa porque en su deformación, estos gurús de la “transformación”, se hacen pasar por algo parecido a una ley científica, o al menos a tiempo parcial, limitándose a fraccionar a su antojo diversos postulados de las neurociencias, la filosofía o la psicología. A pesar de no tener solidez empírica, este tipo de pseudoterapias se infiltra en cursos y talleres de “transformación”, haciendo que las personas sobre las que se interviene sigan unas instrucciones basadas en ideas sobredimensionadas y puedan terminar peor de como empezaron. Inoculando la creencia de que la realidad es en esencia lo que uno mismo piensa; lo que alimenta una mente egocéntrica y enajenada de la corresponsabilidad humana.

Además, los llamados pensamientos positivos que propugnan tratan de provocar emociones que no son ni reales ni espontáneas, emociones generadas por pensamientos enlatados, en un intento de acallar las emociones reales que el conflicto que nos acucia provoca, sin entender la causa de dicho sufrimiento. Son muchas las frases que van de lo risible a lo patético. Uno de los clichés más irritantes que han formulado ha sido eso de “sé tú mismo y tu vida mejorará”. Sin darse cuenta que quizás ese sea el auténtico problema.

 

En nombre de “llega tú a ser lo que eres, desarrolla todo tu potencial”, lo único que potencian es un individuo incapaz de lo erótico, porque solo establece relaciones instrumentales según las necesidades egóicas. Incapacitando para la empatía. Procurando un autoconocimiento improductivo para nuestra condición social. Cercenando el impulso natural hacia el compasivo y necesario encuentro en el abrazo ante la vulnerabilidad humana.

Demasiada desorientación que lleva hacia el individualismo. Narcisismo insatisfecho que tan sólo instrumentaliza al otro. Postureos del yo que derivan en un egoamor. La subjetivación que incapacita para la empatía y la verdadera autoempatía. Pseudoterapeutas de la nada ofreciendo de todo lo que ellos carecen. Patrocinadores del yo, me, mi, conmigo. Excesivos en el empoderamiento del amor propio. Promotores del ego siempre insatisfecho. Con esa obstinación absurda por hacerte creer para crear. Iluminados de la iluminación, deformados por su propia frustración. Disimulando el negocio que hacen tras su desamor. Buscando simplemente que seas una persona rentable y no excitable. Encorsetando tu pasión con eso de “ser tu mejor versión”. Obsesionados por la ideología hegemónica del pensamiento positivo. Felicismo que tiende a la infantilización de las frases hechas. Aparentando la felicidad e ignorando la compasión por la vulnerabilidad.

«Que no te hagan creer que al creer lo creas»

No obstante, y a pesar de todo ello, no se puede obviar que nuestros sufrimientos actuales son el resultado de la manera en la que hemos venido pensando y actuando a lo largo de nuestra vida. De ahí la importancia de saber aprovechar la oportunidad de desaprendizaje subyacente a cualquier experiencia, sea la que sea. Mientras sigamos resistiéndonos a ver la vida como un desaprendizaje, seguiremos sufriendo por no aceptar las circunstancias que hemos creado con nuestros pensamientos, decisiones y acciones. Porque en el caso de que cometamos errores, obtenemos resultados de malestar que nos permiten darnos cuenta de que hemos errado, pudiendo así desaprender y evolucionar. Al igual que los aciertos nos permiten verificar que estamos viviendo con comprensión, discernimiento y sabiduría.

Mientras tanto, algunos procesos de coaching están tan cegados por el egocentrismo, que suelen preguntarnos para qué nos pasan las cosas, en lugar de reflexionar acerca de por qué nos han ocurrido. Así revelan su profunda deformación, al confundir la identidad con la utilidad.

Incluso debemos reconocer que muchos de los consejos psicológicos actuales más divulgados son ineficaces, incluidos los de los considerados expertos en psicología. Su problema es que dan por sentado que uno puede adquirir ciertas cualidades por el mero hecho de decidir que así será. Pero si ser feliz fuera tan simple, con decidir serlo estaría todo resuelto. Y no es así.

«Muchas personas están hartas de frases motivadoras»

Por eso muchas personas están hartas de frases motivadoras y de consejos fáciles para alcanzar la felicidad, que tan comunes son actualmente, en realidad son ineficaces. Tan solo contribuyen al desconocimiento de uno mismo, la infantilización del ego y a la frustración continuada.

Porque no, no podemos ir en contra de nosotros, aunque nuestro funcionamiento nos produzca inestabilidad debemos darle su espacio, dar espacio a las lágrimas, para autodescubrirlo, para autoconocernos realmente en la vulnerabilidad. Además, uno no puede cambiar su realidad psicológica por el mero empeño o la fuerza de voluntad, ni va a resolver sus problemas solo con cambiar su comportamiento. Hay que entender las causas, las verdaderas causas del malestar. Decidir que te vas a mostrar al mundo como una persona segura y capaz de todo no hará que lo seas, ni que consigas todo lo que te propongas. El camino es otro.

La única manera de aumentar la libertad, y por tanto la felicidad, es resolver los conflictos psicológicos que hacen sufrir. Y para resolver estos conflictos primero hay que comprender su origen, racional y emocionalmente. Para luego poder deconstruir las ideas, las creencias e incluso los valores que son los que sostienen nuestro funcionamiento psíquico de manera rígida.

 

Los consejos para alcanzar la felicidad, los intentos para solucionar un conflicto o una terapia aplicada para resolver un trastorno psicológico, serán eficaces si se centran en comprender y resolver las causas del malestar, resolviendo los errores cognitivos, acariciando las diversas emociones, dándole su espacio adecuado, flexibilizando las ideas rígidas y deconstruyendo las creencias limitantes. Haciendo consciente todo aquello que nos somete “inconscientemente”.

Y, aunque los motivos externos son importantes e influyen, aspectos como el comportamiento de las otras personas, las circunstancias de la vida y la genética… no son las verdaderas causas. Las raíces del malestar que hay que comprender son las internas, las conclusiones erróneas, la ira, la inseguridad, la competitividad, el miedo a tomar decisiones, al futuro, al rechazo, a la soledad, a la enfermedad, a la muerte… a sufrir.

El sufrimiento, como la ansiedad o la depresión, son efectos que «avisan» de un problema en la mente, algo que hay que aprender a escuchar, discriminar y resolver. Aunque haya sido como resultado de reaccionar a una situación y un contexto sostenido en el tiempo como el que estamos atravesando.

«Los conflictos psicológicos se manifiestan en tres ámbitos»

Cuando se entiende cómo funciona la psique humana se puede uno ahorrar muchos rodeos innecesarios. Simplificando el proceso, basta entender que los conflictos psicológicos de las personas se manifiestan en tres ámbitos: el comportamiento, las emociones (parte afectiva) y el pensamiento (parte cognitiva). El comportamiento es el resultado de los otros dos, de lo que uno piensa y de lo que siente, de ahí que la resolución del problema pase por escuchar el pensamiento y las emociones. Para así proceder a explorar los valores y creencias que fundamentan el mundo cognitivo y afectivo.

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» No cura el tiempo, cura lo que hacemos durante ese tiempo»

En resumen, es necesario entender que problemas como la ansiedad, la depresión o el insomnio, son efectos, y para solucionarlos hay que entender y resolver sus causas. Por eso, los consejos para alcanzar la felicidad, los intentos para solucionar un conflicto o una terapia aplicada para resolver un trastorno psicológico, serán eficaces si se centran en comprender y resolver las causas del malestar, resolviendo los errores cognitivos, afrontando adecuadamente las emociones, flexibilizando las ideas rígidas y deconstruyendo las creencias limitantes.

Nada dura para siempre, todo pasa. Pero no cura el tiempo, cura lo que hacemos durante ese tiempo. Por eso, date tu tiempo, ocúpate y preocúpate de tu estado de ánimo. Busca ayuda profesional para hacer pie en este naufragio que a todos nos inunda.

Ahora es el momento de hacer Psicoterapia.

img_4144 Juande Serrano

Psicoterapeuta Transpersonal experto en Parejas y duelo

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