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“Las emociones hay que vivirlas”, por Juande Serrano

“Las emociones hay que vivirlas”, por Juande Serrano

Nada habrá más sincero en nuestra vida que una emoción. Y sin embargo siempre nos quejamos de ellas, como diciéndole a nuestro corazón que no se permita el lujo de sentirlas, que no tenemos tiempo para hacernos cargo de ellas. Y así, se nos pasa la vida sin emoción. Y sin emoción, la vida sólo es tiempo.

Y es que, es un grave error ese mantra trasnochado de no dejarse llevar por las emociones, eso es represivo, como si realmente pudiéramos evitarlas. Pero, ¿cuál sería el problema por dejarse llevar por ellas? Si no hay nada más sincero y apasionante que un impulso emocional…

«No hay nada más sincero y apasionante que un impulso emocional…»

 

«La flexibilidad emocional es la felicidad»

Algunos entendieron mal ese concepto de la Inteligencia Emocional. Ser emocionalmente inteligente es integrar el mundo de la emoción como principal motor para nuestra vida. De hecho, la palabra emoción quiere decir eso, “lo que impulsa y moviliza”. Cuidado con ser excesivamente cuerdos y racionales en la gestión emocional porque eso nos hará jodidamente rígidos. Y ya sabéis, que la flexibilidad emocional es la felicidad, el saber dar los espacios necesarios a nuestras diferentes emociones que en cada momento de la vida nos invaden intensamente.

Por eso, las emociones hay que vivirlas, sentirlas, esparcirlas, compartirlas, ventilarlas productivamente. Vivírselas para que su resultado sea lo más sano posible para una vida apasionada.

«Las emociones no son ni positivas ni negativas»

Porque las emociones no son ni positivas ni negativas, ni buenas ni malas en sí mismas. Pueden ser agradables o desagradables. Y a las desagradables, sin duda, también hay que darle su espacio necesario como parte de nuestra vida, sin negarlas, sin huir de ellas o enmascararlas, sin reprimirlas ni bloquearlas, sin sentimientos de culpa. Que por cierto la culpa no es una emoción, es tan sólo una construcción social que limita, entre otras cosas, nuestro aprendizaje de las experiencias emocionales.

Llorar si te hace falta llorar, temer si necesitas ser prudente, sentir rabia si te hace falta tener valentía, sonreír por si la cosa se pone seria…

«Emoción significa el impulso que induce a la acción»

Etimológicamente, el término emoción significa el impulso que induce a la acción. Las emociones son el corazón de nuestro psiquismo. Reacciones psico-fisiológicas y bioquímicas, poderosas energías que pueden nutrir o dañar nuestro cuerpo. Representan modos de adaptación a ciertos estímulos (internos o externos). Sistemas perfectamente diseñados por nuestra naturaleza para ser una alarma respecto a lo que estamos haciendo con nuestra vida: nos señalan lo desagradable a evitar o lo agradable a lograr. Y luego ya, nuestra elección marcará nuestro destino, ese que tanto atribuimos equivocadamente a la suerte. Porque al fin y al cabo, cada uno tiene lo que se busca.

Pero la mayoría de la gente no quiere realmente la libertad emocional, porque la libertad implica responsabilidad, y la mayoría de la gente tiene miedo a las consecuencias de sus emociones. Aunque una persona pueda perderlo todo, siempre le quedará las últimas de las libertades y la más esencial que es la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancia.

 

Siempre entre estímulo y respuesta hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder para elegir nuestra respuesta. Y en nuestra respuesta radica nuestro crecimiento y nuestra libertad responsable para responder a la vida que nos ha tocado vivir.

O eres reactiva o eres proactiva. Estas controlada por condiciones y sentimientos, lo cuál no es tu culpa, tan sólo es eres victima reactiva de ellos… Pero si eres responsable de lo que lo que haces con lo que sientes, de lo que elijes y de tus acciones, tú puedes decidir tus consecuencias emocionales proactivamente.

«Sentir y pensar están entrelazadas»

Nuestro cerebro emocional garantiza nuestra supervivencia en situaciones límite porque reconoce con rapidez las situaciones de peligro y pone en marcha reacciones preorganizadas. Se ocupa de la transformación fisiológica de los procesos del cerebro racional. Sobre todo, nos facilita decisiones racionales porque nos presta una ayuda orientativa ante una maraña de posibilidades. En sentido inverso, nuestro cerebro racional amortigua y relativiza las oleadas de emociones que nos invaden y afina y cultiva los modelos de reacción del cerebro emocional, primitivos en comparación.

Sentir y pensar son cosas, por lo tanto, que están entrelazadas. Nuestras emociones determinan en qué medida podemos poner en marcha nuestro potencial mental. Nuestro pensamiento determina el grado de sensibilidad y profundidad con que podemos sentir.

Por eso, las emociones son poderosas energías que tenemos, que pueden nutrir nuestra vida de color, de belleza, de creatividad, de dinamismo, de plenitud, de pasión… o hundirla en el dolor más profundo y absurdo, en el sufrimiento inútil. Luego, habrá personas que vivirán en un nivel temperamental, otras que se dejarán llevar por su carácter y otras, en fin, elegirán un modo de vivir.

 

Ninguna de las emociones sabe quién eres, ni le importa para llenarte de energía y hacerte una vida mucho más tangible para tu piel. Cada una de nuestras emociones, nos son necesarias para vivir:

  • El miedo motiva a actuar con prudencia en nuestras decisiones.
  • La ira motiva a luchar contra las equivocaciones y las oportunidades con coraje.
  • La tristeza motiva a reconocer las pérdidas, a pedir ayuda y a abrazarnos.
  • La alegría motiva a saber donde está nuestro lugar en este mundo.

Miedo, ira, tristeza y alegría son las emociones básicas que todos compartimos, de las cuales pueden derivar otras que ya tienen más carga cultural y construcción social. Reprimirlas crea enfermedad y te impide ser tú mismo. Desubicarlas hacen que tu pasado sea una tortura, el futuro te encadene y el presente se te escape.

Por eso, hay que reconocerlas, darles su espacio. Permitirlas, sentirlas plenamente, localizarlas en el cuerpo, acariciarlas en el abrazo. Aceptarlas amorosamente, sin juicios, sin autorechazo, sin avergonzarse, sin culpabilizarse. Son parte necesaria de la condición humana: mecanismos de protección y defensa; pero también, son vitalidad, energía, poder, fuerza, resiliencia, pasión.

Ser emocionalmente inteligentes supone tener la capacidad de comprender, aceptar, manejar, expresar y vehicular las propias emociones y las de los demás con eficiencia y generando resultados positivos. Hacer que las emociones sean productivas y no improductivas para la vida.

 

Ser consciente de mundo emocional quizás sea el mayor de los autoconocimientos. Reconocerse emocionalmente activo y proyectarse con expansión para ensanchar la vida. Y ciertamente esto se puede aprender, o bien desaprender, todo aquello que nos enseñaron emocionalmente hablando. Si te entrenas para ser consciente del momento presente, observando los sentimientos y pensamientos que van y vienen en nuestra mente. Descubriendo tu funcionamiento y tu manera de operar en la vida para así hacerla más resiliente y libre para poder elegir tu felicidad cotidiana. Y con esa intención te paso ocho preguntas que te pueden venir bien a ello:

1.- ¿Qué está ocurriendo dentro o fuera de mí que emocionalmente me está afectando?

2.- ¿Qué emoción estoy sintiendo y cómo se llama?

3.- ¿Qué pienso yo con respecto a este acontecimiento?

4.- ¿Qué cambios fisiológicos estoy experimentando?

5.- ¿Qué tipo de conducta o reacción pongo en marcha: impulsiva, inhibida, regulada?¿Qué consecuencias tiene esto para mi y mi entorno?

6.- ¿Estoy satisfecha?

7.- ¿Qué otras formas de expresión puedo utilizar que aporte mejores beneficios?

Procura al hacerte estas preguntas atender y percibir, asimilar y comprender, regular y modificar. Sin juzgarte, sin ni si quiera autovalorarte, con extrema autoempatía, sin preocuparte. Piensa que la preocupación es como una mecedora, te mantiene mecido, pero no te lleva a ninguna parte. Vive tu emoción momento a momento. Juzga menos y juega más. Cultiva una mente de principiante con apertura y capacidad de asombro. Observa el momento y hazlo lo mejor que puedas. Centrándote en el proceso y no sólo en los resultados. Fluye. Pero nunca te resignes conformado, busca siempre la aceptación que te libera. Y sobre todo, cuida y trata con cariño a tu cerebro emocional.

«Nunca te resignes conformado, busca siempre la aceptación que te libera»

Cuando uno está desanimado, pierde la manera de ser, y la manera de ser es la que nos define y por la que la gente nos aprecia, más allá de los conocimientos y habilidades.En cualquier caso, si te sientes desanimada, tu sonríe por si la cosa se pone seria. Porque las arrugas de las emociones en tu piel siempre te recordaran dónde ha estado tu vida.

img_4144 Juande Serrano

Psicoterapeuta Transpersonal experto en Parejas y duelo

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