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Remedios Nieto

Remedios Nieto

Nos recibe en su casa. Remedios Nieto o Remedios del Río, que es como la llaman, es de esas señoras que cuando entra a un sitio te llama la atención. A veces porque lleva sombrero, y siempre por su porte elegante, distinguido, por su energía de mujer genuina, auténtica. 

Tiene sus años, casi 80, pero aún así sigue siendo una mujer de las que te vuelves a mirar. Supongo que a lo que ha hecho ella es a lo que llaman envejecer con dignidad. Porque por encima de su aspecto físico, que influye, lo que percibes al mirarla es su fuerza. 

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Nació niña bien, y ella quiso ser culta, muy culta, amante de las letras, de las ciencias, pero sobre todo de las personas. Es de esa generación de la Marbella de antes, pero también de la de ahora. Imagino, si aún conserva todo lo que conserva, cómo tuvo que ser de joven. Un ciclón, un torbellino, seguro. 



Nada más llegar nos adelanta que las fotografías las vamos a hacer en su biblioteca. Se le llena la boca hablando de los miles de ejemplares que ha reunido durante su vida. La mayoría los ha leído. Y no me extraña que le guste ese espacio, que sea donde se siente más plena. 

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Remedios es granadina, de Lanjarón. Hay quien pueda pensar que por ello debería llevar en la sangre el fluir, como el agua. Sin embargo, sabe lo que es nadar contracorriente. Como decía antes, niña bien, de familia acomodada podía haberse limitado a vivir como señora de su señor. Y aunque Marbella le puso el apellido de su marido «del Río”, Remedios ha sido mucho más que la señora de nadie, ha sido ella. Una de esas mujeres irrepetibles. ¿Qué más da el apellido que llevas cuando se tiene una esencia tan poderosa?

Filántropa, como ella dice porque puede y porque debe, ha dejado huella con su labor en Aspamden y ahora con Fundatul. Eso es quizás lo que se ve, pero también ha hecho mucho bajo el anonimato o el silencio. Todos tenemos la capacidad de colaborar en la transformación de nuestro pequeño mundo, y hay quien lo transforma para bien, como ella. 



Ser así, una mujer con carácter, determinación, con las ideas claras, le ha valido alabanzas y reconocimientos, pero también críticas. Le han dolido, porque detrás de su armadura de gran dama, hay un gran corazón. 

«En las fotos quiero salir con un sombrero”, nos dice con la ilusión de una niña. Y es que en su interior, Remedios, lleva toda una vida cumpliendo 18 años.  Así reza en un mural de su casa regalo de sus hijos y nietos en uno de sus últimos cumpleaños.

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Remedios, ¿Cómo llegas a Marbella y en qué año?

Llegué a Marbella antes de conocer a mi marido, accidentalmente. Mi padre tenía unos amigos y clientes, los Medina De Lemus. Ella era hija de los dueños de un hotel de Lanjarón que se llamaba el Hotel España, y como mi padre no les cobraba, me invitaron a pasar unos días al Marbella Club, tenía yo 12 o 13 años. Entonces supe que existía Marbella. Cuando tenía unos 14 años me invitaron al Hotel Guadalmina, que se acababa de inaugurar.

Vivía en Lanjarón, mi padre era médico, y yo me eduqué interna en el Sagrado Corazón, desde los 7 hasta los 16 años. Antes estuve en el colegio de monjas que había en Lanjarón que era de San Vicente de Paul.

¿El colegio interno estaba en Granada?

Sí, y luego los veranos me mandaban a Francia, como la orden era francesa…Así que hablo francés. Estuve interna nueve años.

¿Y cómo es estar interna siendo tan pequeña?

Pues mira, para mí fue maravilloso, porque soy hija única, sobrina única, nieta única y biznieta única por parte de mi padre. Encontré amigas con quien jugar.

¿Tú casa te aburría? 

No, no me aburría, nunca me aburrí, porque leía muchísimo. Aprendí a leer desde chiquitísima. Creo que con dos años, o año y pico ya leía. Tenía una madre muy joven, mi madre me llevaba 18 años.

¿Y cómo es esa relación con tu madre siendo tan joven? Era otra época, ¿no?

Maravillosa. Mi familia era bastante abierta, tanto por parte de mi padre como de mi madre eran muy intelectuales. Se hablaba de cosas que no se solía hablar en otras familias. Me refiero a libros, historia, personajes…. No sé lo que es aburrirme.

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Además quisieron que estudiaras una carrera, que en aquella época las mujeres no se formaban académicamente.

No era muy normal, pero yo sabía que iba a estudiar. En el Sagrado Corazón acabamos cinco chicas y dos estudiamos Farmacia, otra opositó para Hacienda y fue inspector de Hacienda, otra hizo Derecho. La otra de Farmacia se casó con un catedrático de Derecho Constitucional, la que estudió Derecho se casó con un catedrático de Derecho Internacional, la malagueña se casó con un Díaz Barrionuevo, de Málaga, militar; y yo me casé con Juan del Río, farmacéutico y químico.

¿Cómo conociste a Juan?

El primer año que yo estaba estudiando farmacia, entonces tenía hasta otro novio, me invitaron los que habían acabado farmacia que iban a hacer una excursión a Lanjarón. Habían alquilado un autobús. Me dijeron: «Vente con nosotros, tú vas a ver a tus padres, nosotros tenemos la reunión y la comida, y luego te vuelves con nosotros a Granada”. Las carreteras entonces estaban fatal, y en el autobús, en una curva, se me cayó un chico encima muy guapo y muy delgado. Me dijo que era investigador. Era Juan del Río. A partir de aquel momento me persiguió hasta que consiguió que me casara con él.



¿Juan estaba aquí?

Juan es malagueño pero estudió en Granada. La rama de su familia es italiana y eran dueños de todo lo que ahora es Banús que se llamaba ‘La Colonia del Ángel’. Las tías de mi marido fueron las que vendieron la finca cuando yo llegué aquí. Eran también terriblemente intelectuales. Tenían invitados a personajes muy interesantes como Arcamba o Wenceslao Fernández Flores. Dentro de nuestras familias ha habido gente que ha escrito, que ha publicado, gente muy interesante.

Realmente todo el mundo me conoce como Remedios del Río, aunque mi apellido es Nieto. Mi marido tenía un laboratorio de especialidades, pero él quería independizarse un poco de la familia y pusimos la primera farmacia en San Pedro, porque yo estaba en segundo de carrera, acabé farmacia después de tener 4 hijos.

Es en segundo de carrera cuando te casas con Juan. ¿Cuánto tiempo estuvisteis de novios?

Un año y pico. Pero estuve a punto de casarme con otro señor antes.

¿Con tú novio de antes?

Sí, pero aquello acabó y Juan que era maravilloso me conquistó y me casé.

¿Cómo se cortejaba en aquella época, a través de cartas?

Bueno, él venía mucho a verme, se escribían unas cartas preciosas, tú le contestabas otras. Aquello era muy bonito porque además cultivabas la literatura, entonces escribías a mano. Me gusta seguir escribiendo a mano, teníamos una letra bonita, una letra legible. Ahora la mayoría de la gente escribe de un modo que es ininteligible. Además de las cartas venían a verte. Pero a las diez de la noche tenías que estar en casa,  ya luego hablaban con tus padres y entonces le daban entrada a la casa. Ya llegó un momento en que venía a verme, se quedaba en un hotel pero comía y cenaba con mi familia.

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¿Cómo se toman tus padres lo de que te casaras tan joven?

No, no les importó en absoluto.

Aunque estuvieras haciendo la carrera…

Bueno, mi padre decía que yo siempre he hecho todo a destiempo. Además a él le gustaba mi novio, porque Juan es una persona estupenda, con una familia clásica malagueña. El abuelo de mi marido había sido alcalde, presidente de la Diputación y Gobernador Civil de Málaga, republicano. Pero los republicanos de entonces iban a misa, tenían a las hijas con las mangas largas, eran unos señores. Además era cónsul de Mónaco. Por eso los dos bandos lo respetaron durante la guerra.

¿Con qué edad llegaste a San Pedro?

Con 19 años.

¿Y cómo fue tú llegada aquí? Porque eras una niña…

No, no era una niña. Era una mujer. Tuvimos que esperar un año y pico, casi dos para  casarnos, porque no teníamos donde vivir. Mi marido compró un terreno, hizo una casa y debajo abrió la farmacia, y entonces nos casamos. San Pedro no era nada, había pocas casas y muy bajitas, porque había sido una colonia agrícola.

Nos casamos cuando estaban construyendo la casa, no tenía todavía puestas ni puertas, ni ventanas, pero yo me empeñé en quedarme. Entonces podías dormir y vivir sin puertas ni ventanas, no había el más mínimo peligro de nada. La gente era amabilísima. Echaba de menos a mi familia, pero estaba contenta de la decisión que había tomado.



Supongo que estarías muy enamorada también, ¿no? Tan joven.

Hombre, indudable, estaba flotando en la nube.

¿Cuándo te quedas embarazada? ¿Muy pronto?

Tuve el primer hijo a los 9 meses y una semana  de la boda.

O sea, en el viaje de novios cómo se decía, ¿no?

Bueno, viaje de novios, casi sí. Al mes del matrimonio, me quedé embarazada. He sido muy formal y además muy patriota para dar a luz, porque mi hija mayor nació el 2 de mayo. De la segunda me puse de parto el 18 de julio y di a luz el 20. Mi hijo nació el día de la Victoria, en septiembre, y la pequeña nació el 23 de noviembre, que es cuando murió Franco, cuando murió José Antonio. Todos fechas memorables.

Y dejas tu carrera de lado…

Bueno, me pongo a tener hijos. Aquel año me examiné de una asignatura en septiembre y ya no volví a la carrera, porque además en los embarazos tenía problemas renales. En el del chico me tuvieron que llevar a Granada, y estuve los cinco últimos meses en el Sanatorio Virgen de las Nieves. No quería tomar medicación, porque no quería afectar al feto. Afortunadamente se descubrió la ‘canamicina’, que fue la que me sacó a flote. Por eso cuando acabé la carrera hice la tesina sobre las penicilinas sintéticas.

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Tuviste a tus cuatro hijos muy seguidos y ¿en qué momento decides que quieres retomar tu carrera?

Entre mis hijos, los que más se llevan son 13 meses. Cuando la mayor tenía 3 años ya tenía 4 hijos en el mundo.

Bueno, yo no decidí volver inmediatamente, me dijo Juan: «¿Tú crees que la acabarás?» y le contesté: «Creo que sí». Entonces me matriculé y aprobé bastantes. Pedí la matrícula especial para septiembre, fui a hablar con Don Emilio Muñoz, que era el rector, para decirle que tenía más de 24 años y que tenía hijos y que pedía una matrícula especial, y me dijo: «Es que no sé, por años no te la voy a dar». Era médico también, conocía a mi padre, y me dijo: «Pero te la voy a dar por guapa». Y entonces me pude matricular, soy del último plan de los seis años de farmacia. Me quedaban cuatro cursos y los acabé en dos años y una convocatoria.



¿Y cómo lo hacías con los niños? Supongo que tendrías ayuda en casa.

Bueno, primero tenía ayuda en casa, y luego tenía a mis padres. Cogí a una pareja que era la que había criado a mi marido y entonces cuando tenía que estudiar los mandaba con los niños a Lanjarón con mi padre y mi madre. Y así yo estudiaba. Ahora pienso que el que se sacrificó más en la historia de mi carrera fue mi marido, que era el que se quedaba solo. Si él no me hubiera potenciado yo podría tenerla entera pero no sería lo que soy. Y luego hice muchas cosas, me hice patrón de yate por la mercante de Cádiz y soy agente de la propiedad inmobiliaria.

¿Todo eso lo fuiste haciendo con los años?

Claro, lo iba haciendo con niños y sin niños. Lo de agente de la propiedad lo hice porque dos de mis hijas estaban en Madrid ya. Una estudiaba Óptica y otra Periodismo, que entonces no había nada más que en Madrid. Decidí hacerme agente de la propiedad. Me iba los lunes en un avión tempranito de las seis y pico, y volvía los viernes en uno que le llamaban «el golfo», que lo han quitado, que venía tarde. Así que iba a mis clases.

En aquel momento el resto de mujeres, el resto de madres, de compañeros de tus hijos del colegio, supongo que llevaban una vida mucho más tranquila, que a lo mejor no les atraía todo eso. ¿Te sentías rara? ¿Te hacían sentir rara?

Nunca me sentí rara porque yo siempre me he sentido yo, pero me ponían verde.

Yo era el bicho raro, decían: «¿Y esta qué hace?». Me daba igual. Hacía mi vida y lo que quería hacer. Siempre en mi familia se dice que yo he cumplido lo de la canción: «My way», que todo lo he hecho a mi manera y me ha salido maravillosamente bien. Hombre, también se tienen fracasos pero los fracasos no los cuentas. Las cosas que te van mal, tampoco para qué contarlas y además no sirve de nada. Soy optimista, siempre he pensado que si una cosa me salía mal era porque tenía que salirme mal, para que me saliera mejor buscando otro camino, y luego he tenido un gran apoyo de mi marido. Algo excepcional, y además es un hombre extraordinario.

Llegaste a ejercer cómo farmacéutica, ¿verdad?

He tenido farmacia en San Pedro, he sido la competencia de mi marido durante 42 años, luego empezaron a abrir otras farmacias, pero yo he tenido farmacia propia y él la suya. No era una mala farmacia, tenía 7 empleados que frente a los 30 de mi marido es poco volumen. La tuve al lado del ambulatorio y todo fue muy bien. No podía haberme casado más que con un hombre que hubiera tenido una mente intelectual, que hubiera sido un hombre un poco humanista y Juan lo es. Lo admiro mucho en ese aspecto. No sé si alguna vez se habrá arrepentido de haberme potenciado tanto. Pero, mira, mi padre, que era mucho mayor que mi madre, 13 años, también la animó a estudiar cuando él preparaba oposiciones. Yo debía estar recién nacida. Pues mi madre decidió hacer magisterio y lo hizo con matrícula de honor y todo en dos años. Yo he tenido una experiencia muy positiva.

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Remedios, ¿Cuándo empieza tu parte solidaria?

Cuando me caso con mi marido empiezo a montar boutiques y monté una cadena de 14 boutiques que empezaba en Sotogrande y terminaba en Torremolinos. Y como cosa curiosa, los que compraron Sotogrande, que eran los McMicking, se portaron de maravilla. Yo era amiga del sobrino, él no tenía hijos. Los primeros años no pagué ni renta. Luego estuve en Estepona, cuando se inauguró el Atalaya Park III, luego salté a San Pedro y me asocié con Alfonso de Hohenlohe y tuve tres boutique en el Marbella Club durante 9 años. Me asocié con un amigo mío que tenía alfombras y teníamos tienda de alfombras aquí y en Torremolinos. En ese momento yo estaba embarazadísima y recuerdo que iba con un seiscientos de acá para allá. Cuando iba de Marbella a Sotogrande, echaba humo y se paraba. A medida que iba a examinándome de Farmacia me iban cerrando una boutique. Tengo recuerdos muy bonitos de aquella época, incluso trabajó conmigo la mujer de Elio Berhanyer. Lanzamos el pret a porter de Elio nosotros. No puedo quejarme.

Pero, ¿en qué momento nace tu vena solidaria?

Desde toda la vida la he tenido. Mi padre siempre decía: » Si Dios te hizo fuente, tienes que dar agua». Además también me decía: «No busques nada y lo que venga a ti, si puedes solucionarlo, soluciónalo». Te tengo que decir que mi padre erradicó la lepra de la Alpujarras. He vivido como un médico de asistencia pública domiciliar con vocación, que era como un cura, vivía entregado. Mi madre y yo le ayudábamos. Entonces no es cuándo me ha salido la vena solidaria, es que nací con eso.



¿En qué momento montas Aspandem y por qué?

En 1980.

En una farmacia te cuentan cosas como si fuese un confesionario. A mi farmacia vinieron unos padres, Claudio y su mujer, y me dijeron que estaban preocupados porque tenían una hija con Síndrome de Down-  entonces les llamaban subnormales o el tonto del pueblo- y venían a pedirme ayuda. No sabían qué hacer. No tenían apoyo de nadie. Entonces, empezamos a buscar a chicos en su misma situación. Se hizo una junta directiva y lo primero que hice fue visitar a todos los clubs internacionales, y me ayudó mucho el Club Americano y el Club Holandés. Formamos unas voluntarias, pusimos el primer baratillo, mi marido nos cedió en nuestro edificio durante cinco años un local, sin pagar absolutamente nada. Hasta que pudimos y entonces alquilamos un antiguo café que se llamaba «El Ratón» y lo acomodamos para colegio. Conseguimos que el teniente alcalde de San Pedro que era Manolo López, del Partido Socialista, se involucrara muchísimo y por lo menos nos pagaba la luz y el agua.

¿A cuántas personas llegasteis a atender allí?

Entre 50 y 100. Entonces, ya se empezó a hacer lo del colegio. Hacíamos unas galas cinematográficas que hacíamos en los cines del Oásis, espectaculares. Conseguimos que nos dejaran el copión gratis.  Jugábamos a acertar quién iba en los Óscar. Entonces yo tenía una conexión en Estados Unidos, la hija de los Braun, que era la directora de Vanityfair. En el Vatinyfair hacían encuestas, esas encuestas me las mandaban, y entonces por las encuestas, yo calculaba más o menos, y estrenábamos la película ganadora dos semanas antes de que dieran los Óscar. Pero todo eso muy ardonado. Por ejemplo, cuando estrenamos «Pasaje a la India», que fue el año que abrieron la verja de Gibraltar, me fui a ver al ministro principal de Gibraltar a Sir Josue Hassan y él, que conocía a mí padre, me dejó que me trajera la banda de música y entraron desfilando. Me traje el embajador de la India y toda la Asociación India se vistió con sus trajes típicos y estuvieron ayudándonos en esto.

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¿Cuántos años estuviste en Aspandem?

30 años. Y luego me impliqué con la Fundaspandem, que luego cambiamos por Fundatul para darle una identidad propia. Aspandem ya andaba solo, cuando yo me fui ya tenía muchísima ayuda del gobierno, tenía muchos contratos y muchos acuerdos cerrados.

Los dejaste muy «situados»…

Estaban situadísimos y además toda la gente estaba muy involucrada. Es que fue un movimiento popular completo, fue una experiencia piloto. Hubo una lucha importante ahí por conseguir esas ayudas de las administraciones. Hay veces en que nos encerramos en Málaga, fuimos con unos autobuses a Sevilla, hemos pasado todo lo que había que pasar pero ya Aspandem es una perla, la han llevado muy bien y la chica que está ahora es estupenda. Me fui después de conseguir que Julián Muñoz y Juan Antonio Roca me firmaran la cesión del terreno donde han hecho la residencia y que nos dieran una subvención.

Remedios, ¿alguna vez has pedido algo para ti? ¿Algo que no fuera para los demás?

No. Jamás, para los demás es más fácil pedir.



Tus hijos, ¿han seguido tu camino? ¿Has sido capaz de involucrarles esos valores, esa fuerza que tú tienes?

Yo creo que son mejores que yo, porque son más modernos. Aprendo también mucho de ellos. Yo pude dedicar mucho, porque ten en cuenta que en muchas de las asociaciones hoy en día hay sueldos y yo no solo no he cobrado, sino que he pagado mis viajes, mis comidas… En fin, porque he podido. Lo que hacen los demás me parece bien, pero yo tengo unas normas para mí y procuro no salirme de ellas.

¿Has despertado muchas envidias, Remedios?

Creo que sí, pero… Hombre, me duele, porque la gente se pregunta: »¿Qué quiere esa señora?». Yo no quiero nada, quiero que el proyecto en el que esté ande.

¿Piensan que hay un interés oculto?

Siempre piensan, «¿por qué hace esto?» No lo entienden. Porque santa no soy, pero hay personas que ayudan mucho y que las consideran santas… He visto reacciones y cosas, pero mi marido decía que «la envidia no se puede habitar” y que «el envidioso envidia la pobreza del pobre”, ante eso… Pero dolor duele, además lo notas. Valoro muchísimo a todas las personas pero no estoy dispuesta a aguantar críticas de otros. Críticas no para mí, sino que delante de mí se critique. Yo soy de las que si estoy en una reunión y se está criticando a alguien me levanto y me voy.

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Remedios ¿Se puede decir tú edad o no? Sé que es una ordinariez preguntarle a una mujer la edad, pero…

No, no es ninguna ordinariez, tengo cerca de 80 años.

Con esa edad supongo que ya ves toda tu vida con perspectiva ¿Podrías decirnos cuál ha sido tu motivo para ayudar a los demás?

Que no lo he podido evitar.

¿Pero ha sido quizás tu misión de vida?

Creo que todos tenemos una misión, entonces todo lo que he hecho debe ser la misión que me han encomendado, ¿para qué me voy a hacer preguntas? Es un trazado, era lo que tenía que hacer.

O sea, en ningún momento marcaste ningún objetivo, la vida te lo fue poniendo en el camino…

El único objetivo que he tenido en la vida es no hacer daño a nadie y que el que esté conmigo sea feliz. He querido que estén cómodos, que estén alegres, que estén felices, eso es lo que procuro siempre, o sea poner un poco luz. A partir de los 75, ya te planteas que te queda menos, aunque a lo mejor te queda más, pero ya el balance es el calendario más lleno. No te debes de parar, si te paras es malo. Puedes tener 75, 77, lo que sea, pero, lo importante es seguir teniendo 18. Yo tengo un espíritu joven, en un cuerpo mayor. En una ocasión me dijo mi marido: «No te muevas tanto ¿No te das cuenta que te estás poniendo vieja?”. Entonces mi nieta Lola, la más pequeña, se le quedó mirando y le dijo: «No abuelo, la abuela no está vieja, es mayor, y tampoco muy mayor». Tengo vitalidad, tengo una mala salud de hierro, pero tengo ilusión, creo que me moriré con ilusión.



Te acaban de nombrar Gobernadora de la Universidad de Tel Aviv. De hecho acabas de volver del viaje. ¿Cómo ha sido la experiencia de Israel?

Yo lo conocía. Había ido a Israel con el cura Lezama. Hice un recorrido por un Israel maravilloso, cristiano, católico, con misa diaria, visitando los Santos Lugares y notando, porque notas, que allí hay algo especial.

Entonces ahora he ido, que tenía que haber ido hace tres años, con la universidad de Tel Aviv. He visto Israel desde otro punto. Y lo veas desde el punto que lo veas es maravilloso. Me he encontrado que en los 6 o 7 años que hace que fui la última vez aquello es un vergel. Aquella gente ha luchado, y aquello que era un desierto está lleno de árboles. Luego, la Universidad es una de las primeras del mundo y sobre todo, hacen mucha investigación sobre lo que ellos llaman enfermedades huérfanas, es de estas raras que hay tres, cuatro, diez. Y luego me ha llamado la atención la unión… Ellos saben que existió un Jesús aunque no lo reconozcan como mesías. Me han llevado a muchos puntos claves del cristianismo.

IMG_9336Imagen del facebook de la ‘Asociación de amigos de Tel Aviv en España’

Remedios, ¿no te da pena todo lo que está pasando en el mundo ahora mismo bajo la bandera de la religión?

No lo entiendo, tampoco entiendo por qué desde el principio de los tiempos se ha perseguido a los judíos. Ya no estamos hablando de algo circunstancial, no fue solo Hitler, antes los habían echado de todos lados. Esta vez hemos visitado el museo del holocausto, que es impresionante. El edificio es increíble, entras y se va estrechando y a la fuerza te obligan a ver todas la salas. A aquella gente les decían: «Vengan ustedes a trabajar», luego le decían: «Desnúdese usted que vamos a desinfectar» y ya no tenían salida. El edificio se va estrechando y de pronto vuelve la luz; o sea, es, el final del túnel. Me ha interesado muchísimo y me ha gustado mucho ver el otro lado.

Ahora a lo mejor en Lanjarón hay más Imserso, pero en la época de mi infancia aquello era elegantísimo. Todos los ‘judíos pieds-noir’ de habla francesa en Marruecos eran clientes de mis padres. Siempre digo que yo he podido tener una educación cristiana gracias a los judíos que le pagaban las consultas a mi padre.



Remedios, ¿te ha quedado algo por hacer?

Debe quedarme algo, pero subir en globo ya subí también, que era una de las cosas que me faltaba. No sé, siempre te queda algo por hacer…Estoy esperando a ver qué es ese algo. Estoy deseando ir a la isla de Creta, vamos a ver, creo que puedo ir a pesar de mis años.

Estás fantástica. Remedios, ¿qué consejos nos darías a las mujeres de ahora? ¿Qué nos dirías?

Os diría que seáis auténticas, y que miréis la vida de frente y con ojos alegres. Por encima vais a tener muchas dificultades, hemos ganado mucho, hemos perdido mucho, porque claro, cuando ganas hay algo que se ha quedado detrás. El consejo es que sigáis para adelante con los ojos abiertos y que no queráis pisar al hombre, que queráis ir codo con codo con él y el que valga más que tenga el mejor puesto.

Si tenemos un alma, los que crean que tenemos un alma, yo no sé si el alma es masculina o femenina, igual que el mar, unos le llaman el mar, otros le llaman la mar. Que siempre veáis el vaso lleno.

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Es de esas entrevistas que te hacen pararte y reflexionar sobre cómo estás viviendo, qué estás haciendo. ¿ Cuándo me acerque a los 80 – si es que llego- podré relatar una vida tan plena, tan llena, tan vivida?… Remedios nos da unos consejos que ella ha aplicado y nos da testimonio de ello con sus vivencias. «Ser auténtica», por encima de lo que hayan podido pensar los demás. Ser genuina, irrepetible, y además emplear sus cualidades, su talento y su posición para hacer el bien siempre que ha podido. No soy capaz ahora mismo de explicar con palabras todo que me transmitió solo con mirarla a las ojos, esos en los que los años y las experiencias dejaron sus huellas. Pero gracias Remedios por recordarme que la vida es un regalo y que hay que vivirla a cada instante. 

Fotografía: Javier Nuñez

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Remedios Nieto

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Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.

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  • Fantástica entrevista,amena y muy interesante de una mujer fascinante y única .Soy empleada de la farmacia de su marido y siempre me he sentido muy protegida por ellos.

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