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La Juez-Magistrada Rocío Marina Coll pregonera del XIV Pregón de Exaltación del Mantón de Manila de La Coracha

La Juez-Magistrada Rocío Marina Coll pregonera del XIV Pregón de Exaltación del Mantón de Manila de La Coracha

La Coracha no da tregua al olvido y si alguien quería olvidarse del mantón de Manila,  no lo van a permitir. Un año más celebraron su XIV Pregón de Exaltación del Mantón de Manila en el ‘El Corralón de Santa Sofía’. En esta ocasión, el honor de pregonarlo recayó en Rocío Marina Coll, Magistrada-juez titular del Juzgado de lo Mercantil nº2 de Málaga. 

 

Rocío es gran amante de esta prenda y desde pequeña una de sus grandes aficiones ha sido investigar la historia y el comercio a través de estos mantones que se pueden elevar en muchos casos a categoría de joya. Antes de escucharla, y cumpliendo con la tradición impuesta por La Coracha en estos años, la comitiva de coches de caballo con señoras ataviadas con el mantón partió del Hospital Noble a las 18:30 horas. 

 

Ya el corralón, vecinos y visitantes esperaban para disfrutar de una noche mágica de junio, en la que la pregonera ensalzó el mantón y relató su historia, de la que desveló multiples anécdotas.

El acto lo presentó Mariluz Aguilar Galindo y contó con la actuación del cuadro flamenco de Rosi de Alba.

 

La misma pasión que Rocío pone a su profesión le ha puesto durante toda su vida al estudio de la historia del mantón. Lo del Derecho le viene de su padre, lo del Mantón, de su madre, maestra de flamenco y coleccionista de esta prenda.

Rocío Marina Coll junto representantes de La Coracha

Rocío es licenciada en Derecho por la Universidad de Málaga. Magistrada-Juez por oposición, desde que ingresó en la carrera judicial en el año 2001. Comenzó en el Juzgado mixto nº2 de Carmona. Tras el ascenso a Magistrado sirvió en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº1 de Vilanova y La Geltrú. Es especialista en derecho privado valenciano tras superar la prueba establecida por el CGPJ. Desde julio de 2009 ejerce como Magistrada-Juez titular del Juzgado de lo Mercantil nº2 de Málaga.

Ha sido profesora en el Curso Superior de Derecho Concursal y Administración Pública organizado por la plataforma de Formación ISEL de la Diputación de Málaga, en los años 2011-16. Así como en diversas jornadas de derecho concursal organizadas por dicha institución .He sido profesora en el Master de Asesoría Jurídica de Empresas –curso 2011-2012 y curso 2012-2013- organizado por el Departamento de Derecho Mercantil de la Universidad de Málaga, dentro del modulo dedicado a derecho concursal. Actualmente es  miembro electo de la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de justicia de Andalucía, Ceuta y Melilla. Es colaboradora Honoraria de dicho Departamento de Derecho Civil de la Universidad de Málaga …

Y podríamos seguir enumerando su destacada trayectoria profesional, los cursos en los que ha impartido clases o ha participado, al igual que sus colaboraciones con la Universidad o en foros jurídicos, pero en el Corralón de Santa Sofía, Rocío no era juez, era sólo la amante de una tradición que aún con su juventud quiere que perviva, que no se pierda.

El Corralón de Santa Sofía ofrecía de por sí un espectáculo de color, el que aportaban las señoras elegantemente vestidas para la ocasión, para escucharla y para rendirle homenaje al mantón.

 

XIV Pregón de Exaltación del Mantón de Manila

Rocío comenzó citando a Benito Pérez Galdós para equiparar su amor por los mantones al del personaje de D.Bonifacio al que el escritor dio vida en “Fortunata y Jacinta”. Obra en la que habló de ellos describiendo su uso y colorido tanto en las señoras de clase más alta como entre el pueblo.

A este ilustre chino deben las españolas el hermosísimo y característico chal que tanto favorece su belleza, el mantón de manila, al mismo tiempo señorial y popular, pues lo han llevado en sus hombros la gran señora y la gitana. Envolverse en él es como vestirse como un cuadro. La industria moderna no inventará nada que iguale a la ingenua poesía del mantón, salpicado de flores, flexible, pegadizo y mate, con aquel fleco que tiene algo de los enredos del sueño y aquella brillantez de color que iluminaba las muchedumbres en los tiempos en que su uso era general”.

Continuó relatando cómo desde niña se le iban los ojos detrás de esta prenda, que ahora, sólo se usa en ocasiones especiales.

“El gusto por éste adorno me viene de lejos.  Desde muy pequeña he visto a mi madre bailar con mantón, bailes tan hermosos como la caña, la siguirilla, el taranto o la petenera, que con el tiempo aprendí también a bailar. Además, puedo recordar como a veces, siendo una niña, alguien me despertaba algún sábado temprano para advertirme, ¨Tu madre está sacando los mantones”. Saltaba entonces de la cama, como alma que lleva el diablo, y bajaba los escalones de tres en tres. No puedo explicarles a ustedes la sensación de felicidad que me producía la apertura las fundas blancas que los cobijaban para ver cómo se desplegaban sus flecos de colores. Me encantaba oír las explicaciones que daba mi madre sobre los mantones. Me impresionaban muchísimo las historias que contaba sobre cada uno de ellos. Luego, con el tiempo, me pasé muchos años acompañándola de anticuario en anticuario, de subasta en subasta, por Sevilla, Málaga, Granada o Madrid, a la búsqueda de alguna oportunidad”, así relataba Rocío esa pasión que le despierta desde la infacia.

De su madre y de sus abuelas, lleva en la sangre esta afición. Para las tres  y sus mantones más destacados tuvo palabras de recuerdo.

Por si no fuese poco con sus oposiciones y con su continua dedicación a los estudios, la pregonera de este año siempre ha buscado y encontrado el momento para leer e investigar sobre el comercio con China en el siglo XIX y, especialmente, en lo que se refiere a los mantones de Manila. Una aficción de la que dijo que podía resultar tan “inútil como maravillosa”

“No soy, ni lo pretendo, una experta en mantones de Manila, mi interés se debe a la necesidad de evitar confusiones y tomaduras de pelo. Nada más obsesivo que un pequeño coleccionista. Pero nada peor que coleccionar piezas únicas siendo persona de recursos económicos limitados. Las obras de arte únicas, como los mantones del siglo XIX, tienen algo terrible. Cada uno es diferente, no hay dos iguales y, por tanto, el entusiasta desearía tenerlos todos. La necesidad de no equivocarse y de invertir cuidadosamente los pocos recursos económicos de los que uno dispone para adquirir mantones, hacen necesario estudiar mucho para aprender a escoger. No voy a hablarles de la dificultad de encontrar información sobre los mantones de Manila. Les ahorro el periplo y les recomiendo especialmente un libro, “Sevilla y los mantones de Manila” de Carolina Stone. Es el mejor que existe, y su autora, la persona que más sabe sobre el tema en todo el mundo. De ella es de quien más he aprendido” continúo.

 

Y de ahí, una vez transmitida a la audiencia su pasión por esta prenda se centró en relatar lo que ha descubierto en estos años de la historia de esta prenda que “nunca se bordaron en Manila. En Filipinas jamás existieron talleres de bordado de mantones. El mantón de Manila es chino, indiscutíblemente chino”.

La importancia de la seda, de los bordados y su origen en la China desde el año 600 DC hasta el 900 DC, y su profundo conocimiento sobre ello nos reveló un contexto que situaría el origen más primario del mantón.

“Sin embargo, la historia del mantón de Manila es mucho más tardía. Los mantones de Manila, tal como los conocemos,  no aparecieron hasta el año 1820 o 1830. Antes de esa época no hay referencias en la literatura ni en la pintura. Sin embargo, existían chales de otro tipo, rectagulares, de lana, así como matas y mantillas. La tradición  de uso de mantón, manta y mantilla para cubrir el cuerpo, la cabeza y parte de la cara es muy antigua en España. Solo tienen que ir ustedes al museo arqueológico de Madrid a visitar la sala de las grandes damas ibéricas para comprobarlo (Damas de Baza, de Elche…etc). Lógicamente, el velo tuvo un gran desarrollo en la época árabe. Con la prohibición posterior del velo, en época de los Reyes Católicos, la manta, la mantilla y el mantón sirvieron para sustituirlo.

Resulta imprescindible hablar de las llamadas “tapadas”, aquellas mujeres que salían a la calle cubiertas con un mantón o chal -normalmente oscuro-  que les tapaba la cabeza y parte de la cara. Su presencia fue habitual en Europa y en el centro y el sur de América. Existieron numerosas prohibiciones sobre su uso, que sirvieron de poco”, así introdujo su vinculación con nuestro país.

“El mantón o chal, como complemento de la ropa o prenda de abrigo, siguió existiendo durante muchos siglos. En la época imperio tuvo gran importancia, si bien se volvió rectangular. Fue posteriormente, a partir de los años 1820 o 30 cuando aparece el mantón  cuadrado con flecos, como resultado de los cambios en la moda y la aparición de las faldas más amplias. Es en ésta época cuando podemos empezar a hablar de los mantones de Manila”.

Y si ahora los comercios chinos parecen imprescindibles en nuestras calles, y los productos elaborados allí se han convertido en los reyes del mercado, según Rocío eso nos viene de mucho antes: “España no quería que el oro de las Indias acabara en China. Y es que los chinos no tenían ningún interés en comprarnos nada. Sin embargo, nuestros antepasados Europeos y Americanos se volvían locos por los objetos chinos. España limitó los galeones a cuatro al año. Posteriormente a uno. Además, en 1.757 China cerró todos los puertos a los europeos, salvo el de Cantón. Por esta razón, Las Filipinas se convirtieron en puerto de enlace con China, y los filipinos en los mejores empaquetadores del mundo. Conseguían encajar las deseadas sedas, vestiduras, trajes, cortinas abanicos, lacas, colchas y cepillos de dientes en poquísimo espacio. Este obligado paso por el puerto de Manila es el que le puso nombre a los mantones”.

Demostró que las rutas del comercio están estrechamente vinculadas con la historia del mantón, llamado de Manila: “Los primeros mantones de Manila debieron llegar a Europa en los años 20 o 30 del siglo XIX. Serían enviados por encargo. Imagínense su largo peregrinaje. Desde que se encargaban hasta que se recibían podían pasar años. Pasaron de ser simples piezas lisas cuadradas de seda a convertirse en piezas bordadas, adaptadas al gusto de los españoles, europeos, anglosajones y sudamericanos. Los bordados que los chinos hacían en túnicas, colchas o cortinas se incorporaron a los mantones destinados a abrigar y embellecer a las señoras. Al principio eran mantones más pequeños, a veces con los flecos sacados de la propia tela y con el centro de la tela sin bordar”.

Ya entonces los chinos eran grandes comerciantes y exportaban una prenda que ellos no usaban y la adaptaban al gusto de cada mercado. Así los mantones enviados a Inglaterra o a España e incluso a diferentes puntos de nuestra propia geografía se hacían según el gusto de sus mujeres.

 

Según explicó Rocío en su pregón las modas no han escapado de esta prenda, que se ha ido adaptando a las necesidades del momento: “Entre 1870 y 1900 nos llegaban desde China mantones bien bordados, pero muy recargados. Grandes piezas totalmente bordadas, casi sin espacios libres. No son tan buenos como los de la época de máximo esplendor, pero muchos son buenos y podemos encontrar piezas sueltas excepcionales de algunos talleres concretos. Son de esta época los que tienen aplicaciones de plata o coral. Por el contrario, los que tienen aplicaciones de marfil (caras, manos, sombreros),  los podemos encontrar desde 1840 hasta finales del siglo XIX. En esta época surgen mantones que imitan la estética de épocas anteriores”.

Y si los chinos siempre han sido expertos en copiar, a partir del pasado siglo fueron otros los que los copiaron a ellos: “Entrado el siglo XX desapareció el comercio regular con China. Primero se perdieron las colonias. Luego nos afectaron las guerras y especialmente nuestra guerra civil. Las dificultades políticas y económicas hicieron que en el siglo XX surgieran muchos países imitadores en el bordado a mano de los mantones, sobre todo desde 1930 en adelante. Sabemos que se bordaron mantones imitando los originales chinos en Méjico, Perú, España, Marruecos, Siria, Grecia…etc. En España hay fábricas de flecos y enrejados desde el final del siglo XIX en Sevilla. Durante el siglo XX se bordaron mantones en Valencia, Extremadura y puede que en Sevilla. Sin embargo, se bordaron sobre todo desde 1940 en adelante. En Sevilla se sostiene que allí se bordan mantones “desde siempre”. Sin embargo, “desde siempre” son, para el ser humano, solo 3 generaciones. Realmente, solo consta que se bordaran mantones en Sevilla desde 1930 en adelante”.

Rocío afirmó que la diferencia en los bordados se nota sobre todo entre los que se bordan a mano y a máquina: “Sin embargo, nada comparable a un mantón venido de China entre 1820 y 1930. Un mantón bordado a mano en la China de aquellos años es algo único y excepcional. No hay nada comparable. Todos son únicos, todos son irrepetibles”.

Rocío se detuvo en resaltar las joyas que esa tarde las mujeres lucían sobre sus hombros, la mayoría de ellos antiguos, de herencias, de los que han pasado de madres a hijas y a nietas: “Los mantones que ustedes tienen, los que han traído esta tarde son únicos. Nunca se volverán a dar las condiciones para que vuelvan a bordarse así. No sería posible dedicar el tiempo necesario para ello ni sería posible pagarlo. En esta época de consumo rápido resultarían antieconómicos e inaccesibles para la mayoría”.

Y pasarán los años y se irán deteriorando y cada vez los pocos que queden tendrán más valor porque serán más escasos, por todo ello pidió que además de disfrutarlos y lucirlos los cuidasen: “Señoras, este verano, saquen a la calle sus mantones de Manila de los armarios; llévenlos a las cenas, a las fiestas, a los toros. Exhíbanlos y háganos disfrutar con ello. Ningún otro chal o pashmina podrá comparárseles. Ninguno, por muy de moda que esté o por muy cara que sea la marca que los define. Nada puede ser comparable a pasear una obra de arte única.

Y no se olviden ustedes, señoras, todas aquellas que vienen hoy aquí con sus preciosos mantones de Manila, de algo importante….

Ustedes no son sus dueñas aunque sean sus propietarias, solo son sus cuidadoras temporales. Piénsenlo bien, muchas de ustedes traen hoy mantones que tienen 100 o 150 años de antigüedad. Tienen la obligación de pasarlos en buen estado a la siguiente generación y de explicarles su importancia y su valor artístico. No dejen que los malvendan, los maltraten o los corten”.

Rocío se erigió en guardiana de los mantones de su familia y se comprometió a transmitir su amor por ellos a las niñas que vienen detrás. Para concluir su sentido pregón

Terminó con un soneto que escribió con 18 años y que dedicó a su madre,

Hermoso atardecer del arte chino,

mantienes la nobleza desgastada;

llevando en tus figuras derramadas,

colores de un pasado peregrino.

Viajero cantonés que en mil caminos,

llegabas a esta tierra iluminada;

embriagas con tus flores desplegadas

que embellecer fue siempre tu destino.

¿Quién comparó tu seda más sonora,

o ese dibujo único y cuidado,

con plagios de las máquinas de ahora?.

¡Que nadie te arrincone mal guardado,

sin ver esa elegancia abrumadora

y el arte de tus flecos anudados!.

 

Y así un año más se cumplió con la tradición, y así una vez más nos acordamos de darle el valor que tiene al mantón de Manila. 

Redacción: Ana Porras Fotografía: Lorenzo Carnero y La Coracha

Agradecimiento: Rocío Marina Coll

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