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Convivir con un adolescente, ¿misión imposible?

Convivir con un adolescente, ¿misión imposible?

En estos días está teniendo lugar el II Congreso Online gratuito para padres, Convivir con un adolescente. Misión posible. Pero, ¿es realmente una misión imposible o simplemente hay que tener unas pautas claras de cómo tratarlos? Eso es lo que vamos a descubrir en este artículo. 

Cada edad por la que pasan nuestros hijos nos descubre un mundo nuevo a las padres. Todos hemos pasado por ahí, pero vivirlo desde otro punto de vista y con la responsabilidad que recae sobre nosotros, hace que a veces nos sintamos perdidos y sin saber muy bien cómo actuar. 

Dicen que la experiencia es un grado, pero aún teniendo hijos mayores y habiendo superado ya algunas etapas, cada hijo es diferente. Por eso es importante dejarse asesorar por profesionales ante el menor indicio de que algo no marcha bien. Para eso habrá que saber diferenciar los cambios que se producen en nuestros hijos de manera natural al llegar a la adolescencia y lo que es realmente una alerta para llamar nuestra atención. 

 

Poner límites

El prestigioso psicólogo argentino Alejandro Schujman, participante del congreso Convivir con un adolescente. Misión posible, apunta a la importancia de poner límites a los hijos en la adolescencia. Algo que parece que se ha difuminado en las nuevas generaciones de padres que generalmente nos mostramos tibios y plagados de contradicciones. Lejos de hacerle un favor a nuestros hijos, les estamos perjudicando con esa actitud:  «Son padres compinches, amigos de sus hijos», señala Schujman. «Los padres han perdido la letra D, que es la que marca la diferencia entre padres y pares». Los hijos necesitan padres firmes y amorosos, un equilibrio imprescindible para acompañarlos en el camino del crecer y no fácil de conseguir. 

«Los padres han perdido la letra D, que es la que marca la diferencia entre padres y pares»

Los adolescentes se enfrentan a un mundo interior y exterior nuevo y desconocido y  corren el riesgo de apoyarse en los pilares equivocados para recorrer este camino: 

-El consumo de alcohol y sustancias psicoactivas.

-La tecnología como anestesia a los males del vivir.

-La hipererotización precoz al ritmo de las hormonas y no del desarrollo emocional.

Como padres, apunta el psicólogo, no podemos naturalizarlo y consolarnos con que son los tiempos que nos ha tocado vivir: ”Como profesional y padre que soy»-apunta Alejandro- «me resisto a pensar que así es como vamos a dejar a nuestros hijos en semejante cornisa. Necesitan límites, los piden y dan señales todo el tiempo”.

Señales para padres

Un niño de cinco años puede empezar amenazando con un ‘si me obligas a bañarme dejo de respirar’ o un ‘si me obligas a estudiar dejo de comer’ y los padres podrían ceder por miedo o por abatimiento. Si esto se convierte en constante, los padres se verán convertidos en rehenes de un hijo tirano, que tendrán a sus padres a su merced amenazándolos siempre de una u otra manera. Por ese motivo hay que poner límites definidos. Schujman afirma que: «La adolescencia no es una enfermedad que se diluye y atempera con el tiempo. Es una etapa de la vida que puede ser maravillosa si sabemos acompañarla”.

Pero para ello nos da unas claves para comprenderla que debemos tener presentes: 

1.- Los tiempos cambiaron, pero la esencia sigue siendo la misma. 

2.- Los hijos siempre dan señales.

Escuchar a nuestros hijos es crucial e interpretar lo que están tratando de decirnos. Mucho antes de que el adolescente inicie un proceso adictivo, depresivo o, incluso, un trastorno alimenticio, aparece una alerta que, como padres, se debe detectar. Alejandro Schujman indica algunas señales de alerta:

-.Un cambio repentino de grupo de amigos.

-.Una modificación abrupta de su aspecto personal.

-.Visitas prolongadas al baño después de las comidas.

-.Encierros frecuentes en su habitación.

-.Bajada en su rendimiento académico y en sus calificaciones.

-.Cambios abruptos en sus hábitos de higiene.

-.Agresividad constante, malos contestaciones frecuentes o cambios pronunciados en su carácter.

«Cerca para cuidarlos, lejos para no asfixiarlos»

Frente a alguno de estos signos es aconsejable consultar a un especialista, pero tampoco hay que ser tremendista. Hay que diferenciar los cambios naturales de humor en los adolescentes de las modificaciones sustanciales en su ánimo, que podrían ser indicio de algún trastorno que no pueda ser verbalizado. «Estas manifestaciones conductuales» – señala Schujman-  «son a menudo la forma en la que los hijos piden la ayuda que no están en condiciones de pedir con palabras. Lo que no se verbaliza, se actúa”.

Tampoco se debe olvidar que la confianza es un elemento esencial en la relación con ellos, por eso no hay que obsesionarse hasta el punto de transformarnos en espías de los propios hijos. Si se actúa desde el miedo y el control extremo, se podría traicionar su confianza, restando en el vínculo. Es necesario mantenerse en el preciso equilibro. «Cerca para cuidarlos, lejos para no asfixiarlos», resalta.

 

La confianza

Sobre la confianza nos habla José María Gasalla, profesor de Deusto Business School, que asegura que lo primero es asumir nuestra responsabilidad: «Casi todo comienza desde uno mismo, excepto el nacimiento que depende de otros dos. Pero a partir de ese momento cada uno se va, poco a poco, responsabilizando de ir inventando su propia vida, por supuesto, que las circunstancias influyen y nos dificultan o facilitan esa creación o invención», explica. Y añade que «lo que no vale es quejarse y volverse a quejar que la vida siempre me trae lo peor o todo lo malo me pasa a mí, o bien que mis hijos no hay quien los dirija, los maneje o los controle, ya que la actitud ante la vida depende más de uno mismo que de la propia vida, y es cuestión de confianza. Y a todos nos gusta que los demás confíen en nosotros», explica.

Ganarse esa confianza nos resulta a veces muy complicado, teniendo en cuenta además que el mundo que les ha tocado vivir a ellos no es el mismo en el que vivimos nosotros nuestra etapa adolescente. Aún así, un adolescente sigue siendo siempre un adolescente, aunque ahora tengan móviles, tabletas y el mundo al alcance de un clic. 

Según José María Gasalla, la confianza empieza por nosotros mismos: ”Sabemos que para seguir, tenemos que recuperar la confianza en ellos y, como punto de arranque y partida, en nosotros mismos y, como existe una correspondencia entre cómo los demás confían en nosotros y cómo nosotros confiamos en ellos todo se convierte en un verdadero círculo que se refuerza con la autoconfianza».

«Si confiamos demasiado, corremos el riesgo de que nos engañen pero si no confiamos, perdemos todo tipo de oportunidades de relacionamiento, de descubrimiento»

Es cierto que a los padres eso de la confianza nos genera un dilema: 

«Si confiamos demasiado, corremos el riesgo de que nos engañen pero si no confiamos, perdemos todo tipo de oportunidades de relacionamiento, de descubrimiento. Hablamos pues, siempre aquí de la confianza inteligente. Confianza que tenemos que particularizar, analizar, contextualizar y actualizar», explica.

Cuando llega la etapa adolescente se produce una revolución en casa y se convierte en un reto para todos, pero no olvides que ese camino, recorrido juntos, puede ser un descubrimiento maravilloso, una nueva oportunidad para mirar al mundo con otros ojos y amar y respetar a ese ser en el que se está convirtiendo tu niño o niña. Posiblemente solo necesite lo mismo que tú, cariño, respeto y sentirse escuchado. Tú por tu parte, paciencia. 

 

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